Romper el manto de silencio
¿A quién le contamos cuando nos avergonzamos de nosotros mismos? “Los miedos siempre son peores que lo temido”.
Un amigo me contó lo mal que se sintió la única vez que le pegó una cachetada a su hijo. La charla fue espontánea, mientras me llevaba en su auto a tomar un café. Estaba triste y avergonzado. Admiré su honestidad.
Dijo que la vez que perdió la paciencia entendió que pegarle a su hijo era algo que no quería que pasara nunca más. Hablamos sobre los desafíos de la paternidad, la soledad inicial y la falta de referentes.
Desorientado, me dijo que buscó soluciones y alternativas para no regresar a ese punto. Cree que empezar terapia lo ayudó. Estaba más tranquilo: había pasado tiempo y no le había vuelto a ocurrir.
Mientras hablaba, me pregunté: ¿por qué me parece una persona valiente? Y pensé: él no es el único que le pega a un hijo, es (casi) el único al que escuché contarlo.
Claro, hay cosas que pasan todos los días, pero los varones casi nunca las contamos. ¿Cuántas veces escuchamos a un varón decir que le grita o le pega a su hijo o pareja?
Hay cuestiones que nos da vergüenza compartir porque ponen en juego “ser verdaderos hombres”, como si tal cosa existiera. También está la cultura del silencio de los hombres, que funciona como una negación alrededor de cuestiones consideradas vergonzosas o de débiles.
Pero no todo es violencia en lo que los hombres callamos. ¿Cuántos hablamos sobre nuestros problemas sexuales? ¿Qué intimidad compartimos? ¿Tenemos miedos?
Leo en Anfibia que el mandato de “los hombres no lloran” parece antiguo, pero no lo es tanto: “La mayoría de los varones sigue sintiendo que expresar sentimientos o mostrar debilidad es cosa de mujeres. Tanto como las tareas de cuidados, que siguen siendo mayoritariamente responsabilidad de ellas”.
Hoy, ¿cómo se siente y percibe el hombre? ¿Se permite cuidarse? ¿Cuida de los demás? Estas son algunas de las preguntas que plantea la revista, que publicó respuestas en base a un estudio sobre masculinidades hecho por la organización Grow junto a Dove Men + Care, donde la mayoría de los varones reconoció que:
le cuesta mostrarse vulnerable
no pide ayuda porque siente que debe ser fuerte y autosuficiente.
El 40,8% nunca consultó a un psicólogo.
Uno de los principales problemas son, en el fondo, las expectativas de género. O sea, lo que se espera de los hombres por ser hombres. Cuando eso no se cumple, genera presión y, llevado al extremo, consecuencias que pueden ser terribles.
Según la Organización Panamericana de la Salud, el 79% de las personas que se suicidan en América son hombres. Un estudio indica que eso está determinado en gran medida por las expectativas culturales de género.
¿Qué se espera socialmente de los hombres? “Mientras el sistema espera que los varones ocupen espacios de poder por ser objetivos y racionales, de las mujeres se desea que exploten sus emociones en lo privado y se ocupen de las tareas de cuidado”, señala el artículo de Anfibia.
El sociólogo Lucho Fabbri, referente de masculinidades de la organización Grow, añade: “El género son relaciones. No sólo es identidad y no sólo es cómo me afectan a mí los mandatos sociales, sino también ver cómo les afectan a las mujeres y cómo nos podemos acompañar en ese proceso”.
Además, Fabbri percibe que los hombres atraviesan “una tremenda soledad”. Señala que mientras “las mujeres saben tejer vínculos comunitarios para construir intimidades, los varones cargan con sus propias inseguridades sin posibilidad de socializarlas”. Pensar masculinidades “positivas” no se trata “sólo de mostrar vulnerabilidad” sino de considerarse “parte de relaciones interdependientes”.
Si mantenemos estos temas en secreto, solo perpetuamos ese círculo que nos ahoga y nos mantiene alertas —y tensos— para no cometer errores que nos quiten puntos en la misión imposible de ser “verdaderos hombres”.
Dependiendo del lugar del mundo en que estemos, a veces no sobran alternativas para encontrar lugares seguros para hablar y encontrar apoyo, más allá de nuestro círculo cercano.
En este sentido,
lanzó una iniciativa genial con su newsletter, : reuniones de padres con hijos en diferentes ciudades del mundo. La idea es juntarse con otros papás. Así, mientras los niños juegan entre los ellos, los adultos pueden charlar y conocerse.Lo cierto es que no en todas las ciudades hay grupos de hombres o padres. En Atenas, no encontré ninguno aún. Pero siempre está la opción de encuentros online a los que podemos sumarnos.
La terapia es otra buena opción en la búsqueda de apoyo. Crecí en Buenos Aires, donde hacer terapia es casi tan común como tomar cerveza. En lo personal, me ayudaron mucho mis años de terapia. Más allá de mi argentinidad, hay bastante consenso sobre el beneficio de la terapia.
Un estudio de la American Psychological Association señala que el apoyo emocional puede ayudar a los hombres a procesar más saludablemente las presiones y expectativas que enfrentan.
Lo importante es romper o saltar esa barrera que funciona como un bozal para que no abordemos ciertos temas. Hay un temor fantasmal ahí. Recuerdo a alguien que una vez me contó sus problemas de disfunción sexual. Luego de hacerlo, confesó que nunca lo había hablado: “Parecía más tremendo antes de hablarlo. Necesitaba contarlo nomás. Me siento aliviado”.
Esto me lleva a una entrevista reciente donde el escritor Martín Caparrós dijo: “Los miedos siempre son peores que lo temido, porque al vivir lo temido lo limitás. Mientras que al temerlo, lo ampliás incesantemente”.
Hasta acá llegamos. La newsletter de hoy fue más corta, ¿te diste cuenta? ¿Te gusta más así? ¿Te da igual?
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