El silencio de los hombres que hablan
Entrevisté a Lucía Lubarsky, directora del documental El silencio de los hombres. Los invito a verlo juntos y debatir en Buenos Aires. Promo para los lectores de Recalculando.
Un amigo está buscando ser padre y no puede, ¿le volvés a preguntar cómo viene con eso? Otro te cuenta que perdió un embarazo, ¿lo hablás con él? Un hermano se enfermó y se fue a hacer chequeos médicos, ¿le mandás un mensaje para ver qué onda? O un amigo que se separó, ¿sabés qué hace los fines de semana, si necesita ayuda con los hijos o cómo lleva esa (probablemente) nueva soledad? O a ese que no lo viste bien en un asado, ¿le volvés a preguntar en qué anda?
“En general es muy raro que los hombres tiendan redes de cuidado, incluso del mensajito. Alguien se muere y no saben ni cómo mandarle un mensaje porque no quieren incomodar al otro. Y vos decís: dale, incomodate no sabiendo qué decir y diciendo cualquier cosa, pero hacelo. El otro agradece el interés. No lo des por sentado, creyendo que ‘el otro sabe que estoy’. El otro no te va a escribir, excepto que esté a punto de colapsar. Los hombres se pierden algo importante de todos esos lugares de complicidades, de sostén y de escucha”.
Esto me lo dijo en una videollamada la cineasta y poeta Lucía Lubarsky, directora de El silencio de los hombres, un documental donde un padre y un hijo atravesados por mandatos familiares deciden finalmente hablar.
Lubarsky parte de los hombres de su familia —su padre, su hermano— para indagar los miedos, complicidades, contradicciones y violencias que viven los varones. ¿Qué ocultan los hombres en el silencio?, es la pregunta que subyace en la trama. Una serie de entrevistas corales dialogan con el relato principal para ir construyendo, mediante el contraste de lo que van diciendo, una narrativa que pone en crisis lo que se espera de los varones.
El silencio de los hombres (2023), declarada de interés cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación Argentina, tiene un recorrido nacional e internacional. Estuvo en salas de cine y desde hace varios meses se proyecta en festivales, centros culturales, museos y eventos puntuales en diferentes puntos del país (en la cuenta de Instagram de la película se pueden ver las proyecciones programadas). La idea es que pronto esté en las plataformas de streaming.
Lo que me pasó a mi
Es de esas películas que siguen resonando en los días posteriores a verlas y que de pronto me encuentro evocando en distintas conversaciones. Creo que su potencia pasa por todo lo que muestra, y por cómo lo hace. También me pareció un acierto que durante el documental Lubarsky no se pronuncia explícitamente ni hace una bajada de línea, sino que deja la mesa puesta para que el espectador haga su trabajo.
Pese a que llevo algunos años investigando, estudiando y escribiendo sobre masculinidad, el documental no me resultó indiferente. Hay algo en su agilidad y su fluidez que resulta atractivo, a la vez que invita a diferentes puntos de entrada para la reflexión y el debate.
Es difícil que un varón sea indiferente ante lo que ve. El desafío es que los varones la vean. Me encantaría, por ejemplo, que la vieran mis amigos y mis hermanos.
La digestión es lenta. Muchas dudas o preguntas aparecieron en los días posteriores. Hubo un proceso de sedimentación, algo invisible se activó y maceró. Entonces, en distintas charlas y por diversos motivos me encontré hablando del documental.
Esquivando la manipulación, sin golpes bajos ni giros inesperados, El silencio de los hombres tocó fibras internas que me dejaron pensando. ¿Hago lo suficiente? ¿Qué conductas machistas sigo teniendo? ¿Estoy demasiado cómodo como varón? ¿Qué se pone en riesgo si digo lo que pienso?
"Una de las mayores alegrías que me dio la película es que los varones se sensibilizan, la recomiendan", dice Lubarsky. Doy fe de que tiene razón.
Estoy seguro de que a muchos de los que leen Recalculando les va a resultar muy interesante el documental. Aprovechando que estoy en Buenos Aires, le dije a Lubarsky que me gustaría invitar a los lectores a una función y encontrarnos para ver la película y después debatir con ella. ¡Y lo vamos a hacer el miércoles 4 de septiembre! Es decir, en dos semanas, en el Cultural Thames.
ATENCIÓN: los lectores de esta newsletter pueden acceder a un 2x1, ¡así que apurate a comprar entradas anticipadas! (Toda la información al final).
Decir algo por primera vez
— ¿Qué te llamó la atención durante el proceso del documental?, le pregunté a Lubarsky.
— La necesidad de este espacio de intercambio y de escucha, ver que era realmente un territorio vacante que tomaban bastante más rápido y ágilmente de lo que hubiera imaginado. Como si los varones no supieran que necesitaban algo, pero que al verlo lo agarraban con uñas y dientes. Pensé que iba a haber más resistencia para hablar de ciertos temas delicados. La palabra empezaba a circular y una palabra llevaba a una anécdota y a una cierta emoción, y podían contar cosas de su historia. Muchas personas dijeron: "Es la primera vez que digo esto".
La película logra articular un discurso multiforme alrededor de la masculinidad incorporando una diversidad de voces. Pero en el camino, Lubarsky se encontró con varones con mucha dificultad para poner en palabras las cosas que les pasan y, específicamente en lo sexual, aparecieron los tabúes, como varones que no querían tener relaciones pero no podían hablar de eso o que no soportaban que su performance no fuera lo que esperaban.
El silencio de los hombres expone cómo el mandato de masculinidad tradicional termina siendo un callejón sin salida, una trampa que restringe el desarrollo emocional y la conexión con el deseo.
Lubarsky se sorprendió por la cantidad de testimonios que muestran la ausencia de registro de los varones sobre sus sensaciones corporales, la falta de contacto con el baile y el movimiento, es decir, la carencia de intimidad consigo mismos.
La directora me contó que al principio veía que los varones buscaban qué palabra decir, midiendo lo que iban a contar. Pero en un momento finalmente se abrían.
“Muchos varones grandes, sin conocerme, llorando frente a cámara, sorprendidos, diciendo ‘No me imaginé que iba a decir esto, que me iba a sentir así’. Sentí que había una especie de nido vacante para que los varones sean escuchados, puedan decir y se escuchen diciendo. Ocurría una toma de conciencia, y resultó que había un ejercicio muy reducido de eso”, dijo Lubarsky.
En el documental se muestra cómo, desde la infancia, la competencia es algo que marca a fuego a los varones: en los deportes, en su despliegue físico, sus cuerpos, sus prácticas sociales o el trabajo, en la mirada de los demás y en la performance sexual. Todo en función de un horizonte inalcanzable, porque no existe la meta de llegada para convertirse en varón. Es el mito de Sísifo en loop.
También queda expuesto cómo una gran cantidad de varones están enojados y se sienten señalados. “Las mujeres están con el tema de género y los hombres somos todos unos hijos de puta”, dice uno de los entrevistados.
Esto me hizo pensar en algo que escribió Ruth Whippman, autora de Boymom: Reimagining Boyhood in the Age of Impossible Masculinity:
Hemos pasado la última media década luchando con ideas de género y privilegio, intentando desafiar estereotipos y estructuras de poder anticuadas. Estas conversaciones deberían haber sido una oportunidad para desechar las viejas presiones y normas de la virilidad, y para ayudar a los niños y a los hombres a ser más abiertos y comprometidos emocionalmente. Pero en muchos sentidos este entorno ha tenido aparentemente el efecto contrario: los ha cerrado aún más.
Nos aburrimos
Una de las escenas más elocuentes y polémicas del documental es una conversación entre amigos en un asado. Allí se dicen esas cosas que solemos decir los varones entre varones. La directora no hace una bajada de línea ni interviene, sino que muestra. Ahí podemos observar cómo aparecen el machismo y la violencia sin que los propios protagonistas se den cuenta de que eso es lo que está sucediendo.
Otro diálogo interesante se da entre el padre y el hijo ante la pregunta de qué les pasa con las juntadas con los varones hoy en día.
— A veces, me empiezo a aburrir en algún momento —dice el padre.
— Durante mucho tiempo había muchas cosas que el hombre no hablaba —sigue el hijo.
— Se hablan muy pocas cosas a nivel profundo porque dentro de ese medio competitivo vos no podías mostrar debilidades así, gratis, fácilmente. Tenías que ser perfecto, te tenía que ir bien. La competencia estaba en todo. Con mujeres sí he podido llegar a niveles de profundidad más interesantes.
— ¿Cuáles fueron las reacciones al documental?
— Se dieron situaciones interesantes. Uno de 65 años se preguntó por primera vez qué era ser un varón realmente, y dijo que era una pregunta que se la iba a llevar para toda la vida. Otro pibe, que fue con su pareja, se dio cuenta de que nunca se había preguntado realmente si era heterosexual.
— ¿Tuviste críticas?
— Algo muy común es que son los hombres los que siempre mencionan cosas que le faltan a la película. Me pareció muy interesante cuando me dijeron que no se habla tanto de lo que los varones no muestran a los hijos. Era un grupo de hombres grandes y decían que los chicos no los conocían como personas sino solo como padres. Ellos no lograban mostrarse como personas en un montón de aspectos, siempre habían tenido que mantener y sostener ese lugar de la paternidad.
— ¿Cambió tu mirada sobre los hombres tras el documental?
— Constaté algo de la soledad, y es que los varones están mucho más solos de lo que dicen y de lo que creen y de lo que parece. Hay una soledad estructural que, de algún modo, está garantizada por ese silencio de todo lo que no se puede hablar o por no atravesar incomodidades y, por ejemplo, derrapar o mostrar vulnerabilidad. Hay una especie de soledad y ostracismo, que sigue siendo muy agobiante, aun para varones que han hecho un trabajo interno pero que después les cuesta poner eso a circular en los espacios de pertenencia —de su familia, sus amigos—, donde podrían hacer algún tipo de cambio. Esos lugares todavía son espacios a conquistar. Sería interesante poner a dialogar esos espacios porque creo que hay una soledad muy grande que garantiza que ciertas cosas sigan sucediendo y no haya movimiento.
Hasta acá llegamos.
Si estás en Buenos Aires, espero verte en la proyección de El silencio de los hombres. Es en dos semanas. Si querés invitar a alguien, ¡apurate! Hay 2x1 para los cuatro primeros suscriptores de Recalculando que me manden el comprobante de compra por mail.
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El silencio de los hombres
¿Cuándo? El 📆 4 de septiembre a las 🕑 20 h.
¿Dónde? En el Cultural Thames - Thames 1426, Palermo.
¿Entradas? ¡Pueden comprar entradas anticipadas acá!
El encuentro contempla dos momentos: la proyección del documental y luego un debate amigable con Lucía Lubarsky, Andrés Arbit (de Privilegiados) y
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