Malasmadres solas, hombres desorientados
Charla con Laura Baena y Maite Egoscozabal. Burnout maternal. Agotamiento y soledad. Mito de la madre perfecta. Corresponsabilidad. Los hombres "unicornio". Amar es cuidar. ¿Qué hombres les gustan?
A veces, hombres y mujeres parecen dos mundos cercanos separados por un cristal que nos permite ver pero no escucharnos. Esto genera impotencia y crea un abismo de incomprensión aunque estemos frente a frente.
¿Cómo se tiende un puente ahí? ¿Cómo entendemos esos puntos ciegos mutuos? ¿Cómo construimos vínculos en un mundo que ha cambiado, pero cuyas estructuras mentales, culturales y sociales arrastran mandatos del pasado?
Madres que se sienten solas y juzgadas. Hombres desorientados que se convierten en ayudadores. Parejas que se rompen. ¿Qué hombres les gustan a las mujeres?
Sobre estos y otros temas, conversamos con Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, y su compañera Maite Egoscozabal, directora de Investigación Social de esta organización española que nació en 2014 en Twitter (aún no se llamaba X) con el objetivo de desmitificar la maternidad y romper el mito de “la madre perfecta”.
Baena fundó la asociación tras convertirse en madre y encontrarse con una realidad tan alejada de lo que esperaba que terminó renunciando a su trabajo como creativa publicitaria.
Modelo inalcanzable
Con más de un millón de seguidores y cientos de talleres, campañas y charlas en España, Malasmadres lucha para que las mujeres no pierdan su identidad y se ríe de los intentos fallidos por ser madres perfectas. Intentan romper estereotipos: “No queremos renunciar a nuestra carrera profesional, pero tampoco queremos renunciar a ver crecer a nuestros hijos”, dicen.
Siete de cada diez mujeres se sienten solas en la crianza y educación de sus hijos, según el estudio Las Invisibles. En El coste de la conciliación, otro trabajo de Malasmadres, investigaron las tareas que gestionan las mujeres en soledad, que suponen una carga mental invisible y pesada.
Obtuvieron datos sobre los grupos de WhatsApp del colegio (solo un 8% hombres), estar pendientes de los deberes de los hijos (apenas un 3% de los hombres) o la gestión emocional. Menos del 10% de los hombres interrumpe su jornada laboral cuando un hijo enferma.
“Las mujeres se sienten solas, sin redes y con falta de apoyo laboral, social y familiar. Nueve de cada diez madres se sienten juzgadas, a menudo por su entorno familiar y otras mujeres”, dice Baena.
“Hay una soledad fruto de la sociedad individualista en la que vivimos, donde la crianza ocurre en tu casa y tú ya te apañarás, cuando naturalmente somos seres sociales y necesitamos criar en tribu”, dice Egoscozabal.
—¿Qué pasa con las madres?
Baena: Enfrentamos un estereotipo y un modelo de maternidad imposible. Es inalcanzable ser la madre y profesional perfectas. Las madres que llegan a nuestros talleres están agotadas, cansadas, amargadas, tristes... Incluso renuncian a su profesión cuando a lo mejor ese no es el problema. Aparece el burnout maternal, una realidad incontestable en esta sociedad tan exigente. Lo ocurrido en nuestra generación es un modelo inalcanzable.
—¿Podrías explicarlo con más detalle?
Baena: Somos la generación puente. Antes había madres que renunciaban porque no tenían otra opción y ni podían plantearse el no renunciar. Era lo esperado, no sabían que podían ser otra cosa que madre. Luego venimos nosotras, que el sistema nos ha engañado. No serás solo la madre sacrificada, abnegada, perfecta... También serás una brillante profesional y saldrás al mercado laboral, porque la sociedad y el sistema cambiaron, y mantener una familia no se puede solo con un sueldo. Ahora tienes que trabajar como si no tuvieras que cuidar y cuidar como si no tuvieras que trabajar. Ahí aparece el agotamiento extremo, esa sensación de "No llego a nada". Esa soledad viene de mucha incomprensión, de un sistema que te aparta y de decisiones que no son libres.
La vergüenza de los hombres
Baena define hombres “unicornio” a los padres corresponsables y entiende que, al desafiar los estereotipos de la masculinidad tradicional, puedan sentir más vergüenza que culpa.
—¿Por qué?
Baena: Imagino que hay hombres que se sienten solos por la vergüenza del qué dirán si tomo el permiso de paternidad completo, si digo que voy a recoger a mis hijas, si digo que soy corresponsable y mi mujer es la que viaja o aporta económicamente más, qué dirán... En general, esos hombres no se jactan de lo que hacen. Pueden sentir vergüenza al compartir cómo se sienten y decir que son los que se encargan.
—También hay una cuestión identitaria. Al igual que con las mujeres, también se espera algo de los hombres: ¿Quién es un hombre si no trabaja para ser el proveedor?
Baena: Claro. Los estereotipos están súper marcados: hombre proveedor, mujer cuidadora. Pasa que a nosotras nos han metido los dos: la mujer tiene que ser proveedora y cuidadora. Del hombre no se espera todavía que sea un cuidador óptimo. (Ver el cuidado no es un extra).
Egoscozabal: Si los hombres construyen su identidad en el ámbito público, al sacarlos de ahí y convertirlos en padres, pierden esa parte identitaria. Como que se descolocan, ¿no?
—¿Qué pueden hacer las mujeres de manera diferente?
Baena: Tenemos que cambiar el modelo de maternidad/paternidad y dejar entrar a los hombres en ciertos espacios que nosotras cerramos mucho. Esto se ve en los grupos de WhatsApp. No estoy en los grupos del cole de mis tres hijas, así que no me entero de la mitad. Pero es cierto que muchas mujeres se sienten invadidas si los hombres ocupan espacios de maternidad. Tenemos que cambiar esa mirada, siempre que la entrada de los hombres sea desde la comunidad, la tribu, el entender, la empatía. Una sensibilidad que muchos hombres tienen.
—¿No es difícil esperar eso cuando los hombres fuimos educados para ser los proveedores y no para ocuparnos del ámbito doméstico?
Egoscozabal: Claro. Por eso se sienten descolocados.
Baena: En estos 10 años, nos dimos cuenta de que se estaba empoderando mucho a las niñas para ocupar espacios masculinos y no a los niños para ocupar espacios femeninos. Tenemos que cambiar esa construcción social y cultural, lo que costará generaciones.
—¿Qué esperan de los hombres?
Baena: Necesitamos que los hombres den un paso al frente y que se impliquen sin que tengamos que pedirlo. Pasa mucho eso de “Dime qué necesitas que ya lo hago”.
—¿Algún ejemplo?
Baena: La gestión emocional de los hijos en la adolescencia, que es el gran tsunami de la maternidad y paternidad, ¿no? Las madres estamos sosteniendo a la familia y llevamos adelante esta gestión emocional que los niños y las niñas necesitan en una etapa donde el cerebro cambia a una velocidad tremenda. Ante la falta de corresponsabilidad cuando los hijos llegan a la adolescencia, se rompen muchas parejas. Muchas madres se sienten muy solas aunque estén en pareja. Muchos hombres no están presentes y no participan lo suficiente. Necesitamos más participación de los hombres, que se corresponsabilicen de esa gestión emocional, que es escuchar y acompañar a los hijos. Es una carga brutal, especialmente en la adolescencia con la que estamos lidiando ahora, donde intervienen factores externos como las redes sociales.
—¿Cómo tienden puentes?
Baena: Intentamos adaptar nuestro mensaje según el lugar. Nuestro feminismo siempre ha sido inclusivo, pedagógico, de dar la mano a los hombres, de hacer pareja y equipo. Necesitamos a los hombres y muchas mujeres se nos acercan diciendo: "Con tu feminismo me siento identificada".
Egoscozabal: Hay mujeres que dicen "Cuéntame lo que me pasa en casa. Dímelo claro, y si luego me dices que esto es feminismo te lo compro, pero no me hables de patriarcado y heteropatriarcado porque no lo voy a pillar".
Baena: La ideología ha hecho daño. Si dices ciertas cosas, ya te posicionas en una ideología. Y no, esto es un problema social. Nuestro objetivo es despertar la conciencia. Hay mucho trabajo bonito, damos herramientas para que hables y te comuniques con tu pareja, para que le cuentes cómo te sientes y qué necesitas, y a partir de ahí construir. Amar es cuidar y cuidar es amar. Ayudamos a cambiar la mirada y que cuando hablen con su pareja, no sea desde el enfado y el choque.
—¿Cómo logramos que los hombres entendamos mejor a las mujeres?
Baena: Hay que tener mucha libertad para poder hablar y escucharse, pero hay muy pocas parejas que se cuentan la verdad. Venimos de una construcción de pareja muy sumisa y basada en un estereotipo tan alejado… En un modelo tan tradicional, que es muy difícil romper. Pero se puede si ese hombre está dispuesto a escucharte y a escuchar tus sentimientos.
—Es fundamental que la mujer pueda expresarse.
Baena: Claro, el proceso como mujer es escucharte a ti misma activamente, no desde el reproche, y preguntarte qué necesitas para estar bien. A partir de ahí entenderse. Cuando pensamos en qué tipo de hombre nos gustan las mujeres... Pues yo creo que ya no nos gusta ese hombre que nos tenía que gustar: fuerte, proveedor y tal. Nos gusta el hombre que nos escucha y tiene su feminidad desarrollada también, ¿no?
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Hombre básico, ¿papá aplaudido?
A mi ego le gusta mucho, pero a mí me incomoda un poco y por momentos hasta me parece injusto. Esa es mi respuesta instintiva a los elogios sobre mi paternidad activa en los últimos seis años, cuidando de Lorenzo y León, mientras Irene generó la mayoría de los ingresos económicos.