4 Comentarios
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Avatar de Jorge Caraballo Cordovez

Uy, no había pensado en eso. Llevo varios días tratando de recordar a mis papás quejándose por la mapaternidad, pero no hay memorias. Creo que tienes razón: su vida se enfocaba en los hijos y el trabajo, y poco más. Nosotros, en cambio, nos criamos deseando hacer y serlo todo y quizás ahí está el origen de tanta pesadez y frustraciones.

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Avatar de Ignacio Pereyra

Coincido en que en esa ambición de querer hacer/tener/ser todo es un trampolín a la pesadez y las frustraciones, y también a la ansiedad, tan propia de esta época. También creo que el no quejarse de nuestros padres —al menos no tan abiertamente— no pasa solo porque tal vez les costaba menos (que puede ser, porque las familias no era tan cerradas/acotadas/aisladas como ahora) sino porque también lo expresaban menos.

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Avatar de Laura Ruth Yaser

Gracias, Nacho, por tu reflexión. Me hizo pensar que lo que recibimos como hijos no termina en lo que compartimos con nuestros padres... y que aunque ellos ya no estén, su decires, sus quehaceres, su modo de vincularse forman vivencias vuelven de modos sorpresivos a nosotros. Creo que siempre seguimos en dialogo con nuestros padres y antecesores.

Y vemos después que nuestros hijos toman sus vivencias de cada etapa de la vida y las vuelven a pensar, y también les brotan como modos de ser, de sentir y de interpretar las cosas. Es conmovedor cuando vemos en nosotros, y aún en ellos, que algo de nuestros mayores sigue vivo.

Gracias de nuevo

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Avatar de Ignacio Pereyra

Buen punto, muy cierto, hay una continuidad más o menos visible que se extiende y atraviesa generaciones. Creo que tal vez resulta conmovedor cuando eso que recibimos nos sorprende como algo propio porque también es una manera de darnos cuenta de lo heredado, y —como decís— que algo sigue vivo en nosotros o los que siguen. Gracias Laura!

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