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oct 21, 2022·editado oct 21, 2022Gustado por Ignacio Pereyra

Coincido y me resuena el cambio que producen nuestres hijes cuando llegan a nuestras vidas. Tambien creo que no necesariamente produce esa revolución interna (y externa tambien) para todos los varones-padres. Quizás, al igual que creo que hizo la pandemia, en realidad la mapaternidad cataliza y revela lo que ya estaba allí gestándose como un cambio de perspectiva, con las contradicciones que eso lleva y que por otro lado abre la posibilidad a interpelarse a otros pero tambien a mantener y reproducir el statu quo de los estereotipos de género y las relaciones jerárquicas de género tal y cual ya lo venían haciendo antes. En fin, creo que más que un "cambio de vida" es una oportunidad para un cambio de vida...para quiénes decidan aprovecharlo. Abrazos!

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sep 22, 2022Gustado por Ignacio Pereyra

Nacho, querido, me gustan mucho tus reflexiones. Yo, en ocasiones, también me aburro los sábados y los domingos. Y, lo peor, no soy padre: me aburro de mí mismo. Quizás debería tener a un Lorenzo para que me invite a "salir del centro", aunque, ahora que lo digo, la idea de tener un hijo para ganar algo me suena terriblemente egocéntrica. En fin... Gracias por abrirte de esta manera. Me encanta esta catarsis semanal que haces, y la honestidad y sensibilidad que le imprimes. ¡Qué suerte tienen Irene y Lorenzo! Que sepas que los "no padres" también te leemos y te acompañamos. Abrazos desde Colombia.

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sep 21, 2022Gustado por Ignacio Pereyra

Estimado Ignacio, saludo su artículo y me pregunto si quizás lo que hay detrás de ese aburrimiento e incomodidad en momentos puntuales de la dinámica entre padres e hijos no es -lisa y llanamente- aburrimiento.

Si. Nuestros hijos nos pueden aburrir como nos aburren nuestra pareja, las reuniones con amigos, ese libro del que anoche no podíamos despegarnos, las fiestas y un largo etcétera. El problema -siento- esta en las idealizaciones (de nuestros hijos, de nuestra pareja, de las novelas de Brindisi) y en el mandato de época que nos hace saltar de actividad en actividad con el fin de evitar la incomodidad y el aburrimiento, no sea cosa que nos arrojen a la introspección y al silencio. ¿No es acaso lo que se le reprochaba a ese gran jugador de fútbol? ¿Qué -a pesar de haber ganado todo y a todos- su rostro, su aura era de aburrimiento e infelicidad?

Y hablando de idealizaciones, no estoy de acuerdo con Neuman: los niños son niños, y los artistas del presente...vaya uno a saber en qué andan. Me quedo con las palabras que una vez le escuché a la escritora Betina Gonzalez: "cuando escriban, piensen en el niño que fueron una vez. Sean ese niño". Un adulto que juega con un niño es un exiliado que regresa a la tierra que una vez supo habitar. El problema es cuando uno se pasea por ahí con las ropas de la adultez y no se deja permear por ese niño que fue.

Abrazo grande.

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