Tensiones y acción
Mil millones de segundos = 31 años. ¿Qué hacemos con el tiempo? Madre viaja por trabajo con bebé, ¿algún hombre lo hace?
Me acuerdo del momento en que tomé unas notas pero no del nivel de detalle que hay en ellas. Sobre todo, desconocía cómo se iban a entrelazar con lo que vendría tiempo después (un viaje de un mes de Irene con León, hijo menor). Menos sospechaba que, al final, la emoción me sorprendería en Instagram. Vayamos por partes.
Al estilo de un diario personal, mis notas de unos meses atrás son estas:
Es marzo de 2023. Noche profunda en un hotel cerca del aeropuerto de Estambul. Irene, León y Lorenzo duermen. En unas horas iremos a Buenos Aires. Primer viaje a la Argentina después de tres años, o sea, post pandemia.
Me despierto para ir al baño. Me desvelo. Léon parece gruñir mientras toma teta por vez número mil (una vez más, gracias, Irene). Es lo único que interrumpe el silencio de la noche. De pronto, en mi cabeza aparecen dos palabras: tenso y tensión. Creo que resumen el día que pasó y, supongo, lo que vendrá.
Hoy me puse tenso varias veces, especialmente, con Lorenzo. A sus cuatro años está súper emocionado por el viaje: “Vamos a vivir para siempre en Argentina. A Grecia volvemos de visita”. Me da alegría su entusiasmo. Incluso, me hizo gracia que ante un reto se enojó y me respondió: “Voy a vivir con mis tíos y mis primos, y vos vas a visitarme”.
Me puse tenso en el baño del aeropuerto de Atenas, cuando sin prestar atención hizo pis para cualquier lado y no sólo se mojó las manos y la ropa sino que tuve que dar un salto para que no me regara.
Al llegar a Estambul, la escala previa a Buenos Aires, me puso tenso que Lorenzo corriera sin parar y se alejara demasiado. En mi cuerpo no entra todo el pánico que me genera que se pudiera perder en ese aeropuerto inmenso. En frío me pregunto si debería haberlo dejado para que liberara sus propias tensiones.
Pero ya se perdió una vez en Grecia. Estábamos en Alimos, un puerto recreativo lleno de gente. De pronto salió corriendo. Cuando fui detrás, ya no lo vi. A los dos minutos escuché su llanto y lo encontré.
Me volví a poner tenso en el aeropuerto de Estambul cuando dijo que no podía caminar porque estaba cansado: “Hubieras caminado en vez de correr”, le reproché, con una lógica adulta que no ayudó pero que yo, cansado, me empeñé en usar con la esperanza de que algo aprendiera (no parece que vaya a suceder de este modo).
La verdad es que estoy tenso desde la mañana, cuando estábamos ordenando la casa para irnos. En un momento, mientras yo cargaba una bicicleta suya, Lorenzo corrió sin mirar y se llevó por delante el pedal. De inmediato le salió un huevo en la frente, la piel se tensó al máximo y por un milímetro no se abrió. También se podría haber clavado el pedal en un ojo. Sé que no tengo la culpa de verlo sufrir pero me angustia: una metáfora de la paternidad.
León también fue objeto de tensión. En una distracción, el cochecito empezó a moverse desde la vereda hacia la calle. Una amiga gritó: “¡Ay, ay, León!”. Irene y yo dimos un manotazo y agarramos el cochecito sobre el cordón de la vereda, con una rueda en el aire. León ya había hecho el check-in hacia el pavimento pero se quedó con el pasaje en la mano. Hubiera tenido su primera caída a los cinco meses, más o menos cómo le pasó a Lorenzo, que se cayó de la cama mientras desayunábamos a dos metros de distancia.
La lista de tensiones es insoportable, como la agresividad del free shop, que puso a prueba mi resistencia para decirle que no todo lo que Lorenzo quiso comprar, desde caramelos y chocolates hasta almohadas de Spiderman y juguetes que no entiendo (ni él tampoco pero igual los quiere). ¿De dónde sale su compulsión a la compra si no es algo que hagamos en familia?
Me vuelven las ganas de dormir. Estoy por dejar de escribir pero una voz irrumpe por un altoparlante. ¿Un turco borracho en un karaoke? Enseguida entiendo que se trata de un rezo religioso. Cierto, estamos durmiendo frente a una mezquita gigante. Por suerte, Irene, Lorenzo y León ni se enteran del ruido (aunque sí padecen mis tensiones).
…
Tras un mes en Argentina, volvimos a casa. Ya en Grecia y a la distancia, la tensión de esas notas me parece absurda.
Tengo presente lo agotador de los aviones, como el regreso con jugo, café y agua en mis pantalones durante 19 horas (al ratito de despegar, primero Lorenzo derramó agua en mi pierna izquierda y enseguida, con un movimiento brusco del respaldo, el pasajero de adelante emparejó la pierna derecha con café caliente).
Pero lo que sobresale de ese mes en Buenos Aires son las risas de Lorenzo y León con tíos, primos y amigos. Siete meses después, Lorenzo recuerda nombres de las personas con las que jugó y se divirtió; los que le contaron historias y lo cuidaron. Las personas que nos dieron cariño.
Además, a los pocos días de volver a casa, Lorenzo se enfermó. Una noche se despertó con 40 grados de fiebre. Temblaba y respiraba muy agitado. Con Irene nos asustamos. Me sentí estúpido por los enojos y las tensiones del viaje: ¿qué carajo iban a importar si a Lorenzo le pasaba algo?
…
El fin de semana pasado fui a un cumpleaños con Lorenzo. Irene, que estaba de viaje, me preguntó cómo la habíamos pasado: “Estuvo muy lindo —dije—, pero estaba tenso siguiendo a Lorenzo, que peleaba con un nene”. Esta tensión llamó a aquella tensión sobre la que había escrito unos meses atrás. Por eso volví a aquellas notas.
Después, todo se conectó. Al día siguiente, un amigo argentino en Grecia me dijo: “¿Sabés qué? Estoy más tranquilo, empecé a trabajar menos horas. No sé, debe ser la edad. Quiero estar más tiempo con mi pareja y con mi hijo, hacer otras cosas además de laburar”.
Debe ser la etapa de la vida porque en los últimos meses varios amigos, entre los 40 y los 50 años, me hablaron de lo mismo: de aprovechar el tiempo en algo que no sea laburar.
Irene me pasó un hilo de Twitter (ya sé que ahora se llama X) donde el emprendedor Sahil Bloom reflexiona sobre el concepto "Time Billionaire", del inversor Graham Duncan: “Mil millones de segundos son poco más de 31 años... Cuando veo, a veces, a jóvenes de 20 años, el pensamiento que tengo es que probablemente les quedan dos mil millones de segundos. Pero no se consideran multimillonarios del tiempo”.
Bloom nos recuerda que el tiempo es nuestro bien más preciado y que demasiadas veces no nos damos cuenta del valor de este activo hasta que lo perdemos: “Trata el tiempo como tu principal moneda: es todo lo que tienes y nunca podrás recuperarlo”.
“Se trata de aceptar la brevedad de la vida y encontrar alegría en los momentos cotidianos de belleza”, dice el emprendedor, para quien desperdiciamos mucha energía en el pasado y el futuro cuando el presente es lo único garantizado. Propone usar el tiempo de una manera que nunca te arrepentirás.
¿Cuántas veces más vamos a viajar con Irene, Lorenzo y León a la Argentina? ¿Habrá alguien que habremos visto por última vez? ¿Qué importancia tienen los llantos, los caprichos y el esfuerzo en este contexto? ¿Dónde hay que poner el foco y la energía?
Dice Bloom: “El tiempo en familia es limitado; disfrutalo. El tiempo de los niños es precioso: estén presentes”.
…
Viendo la cuarta temporada de Sex Education me quedó resonando la frase que Adam escuchó de su jefa, y que luego le repitió a su padre: “El pensamiento no vence el miedo. La acción, sí” (parafraseando a Clement Stone).
Reflexión y planificación son importantes, pero lo que nos queda es lo hecho. Actuar es lo que puede ayudarnos a enfrentar inseguridades, miedos y desafíos.
Hay un ejemplo concreto de acción que recientemente me inspiró (no solo a mí). Como decía al principio, Irene se fue un mes de viaje con León. Estuvo en España por una beca. La noche anterior a su vuelta, ella publicó en la redes sociales una foto tan hermosa como lo que contó:
“Acabo de pasar un mes en España haciendo una beca para mujeres emprendedoras. Viajé con León, 11 meses. 👩👦 Tuve algunos momentos difíciles. Una noche él no dejaba de llorar en la habitación del hotel y caminé sola hasta el hospital (eran sus dientes). Cuando otros iban a dormir la siesta o a tomar una copa de vino, yo me quedaba en la plaza jugando o lo llevaba a dormir. Pero las mujeres que me rodeaban también me brindaron comunidad y amor. Les mostré que las madres pueden hacer mucho y me ayudaron en algunos momentos difíciles. Es posible tener hijos y seguir luciendo. Sólo necesitamos mucho apoyo y mucho amor; algunas de ellas son estructuras por las que debemos luchar, y el resto sucede cuando construimos una comunidad”.
Me emociono por ella, como le pasó a una de sus compañeras que lagrimeó en el acto de cierre de la beca. Celebro la potencia simbólica para nuestros hijos y para todas las mujeres que estuvieron ahí con ella —y para las que lo vieron en las redes sociales—.
Al volver a casa, Irene me contó sobre la tensión que sentía antes de irse y que aún no estaba lista para dejar a León tanto tiempo (tampoco para no verlo a Lorenzo, y por eso la visitamos). Si la familia es algo que queremos construir a la vez que hay espacios que queremos seguir habitando, ¿cómo hacemos para conciliar la mapaternidad y la vida profesional?
Pienso en algo más. Como algún que otro padre, yo me quedé un mes en casa con Lorenzo, que ya va al jardín de infantes. Pero, ¿conozco a algún hombre que se vaya un mes de viaje por trabajo o por una beca con un bebé? ¿Sería posible? ¿Podemos crear lugares dónde las madres no estén solas en este proceso, y dónde los padres se atrevan también? Si el tiempo es tan precioso, ¿cómo podemos aprovecharlo para ver cambios más reales?
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Hasta acá llegué.
Bienvenidos a los que recién se sumaron a Recalculando (acá pueden ver todo lo que fui publicando).
Gracias por leer y por compartirlo con otras personas.
Nos vemos en dos semanas. Mientras, te leo y nos escribimos.
Un abrazo,
Nacho
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Un gracias enorme 🙏 a Marta Castro por la generosa edición 🙌 de esta newsletter. Los errores son míos (sabrán perdonarme). Marta no tiene redes sociales: no le gustan. Pero si quieren contactarla, me avisan 😉
Tal vez sea sólo una visión romántica/utópica, pero cuando vivenciamos la gratitud, pareciera que nuestro conteo de segundos tiene alguna especie de recarga, como en los videogames...