Bebés, mamás y papás: mitos y mentiras problemáticas
La estafa del instinto materno. ¿Qué cambió con la paternidad? Que ya no cogemos como antes. ¿En serio? Sí, ella no quiere. ¿Y por qué será?
“Sin mamá no sobreviviremos”, leí en un post cuyo espíritu comparto —la importancia de los cuidados en un bebé—, pero que en la forma de transmitir su mensaje corre el gran riesgo de generar resistencia.
Simplemente porque argumentos como ese (“sin mamá no sobreviviremos”) no son ciertos, y al hablar en esos términos, además de estigmatizar a quien no tiene la suerte de tener una madre, puede generar un efecto contrario o indeseado, además de alimentar dinámicas problemáticas.
Lamentablemente, la madre biológica puede morir incluso antes de parir y ese bebé puede sobrevivir (y tener una vida plena). En todo caso, más que “una mamá” lo fundamental es un cuidador comprometido, amoroso y estable. Sabemos que mayoritariamente ese rol lo ocupan las mujeres, pero:
No siempre es por una elección consciente o libre
y, definitivamente, no tiene que ser ella sí o sí (y mucho menos, ella sola).
Sé que esto puede parecer un detalle, pero es súper importante y está en la base del efecto dominó, porque termina reforzando el discurso que, ante la llegada de un hijo, pone a la maternidad en el centro sin contemplar la importancia de otros actores.
Esto, entre tantas cosas, luego reproduce la injusticia y profundiza la asimetría en el reparto de tareas y responsabilidades frente a la persona que llega a este mundo.
A su vez, en un contexto de parejas heterosexuales, además de relegar a los varones a un rol secundario o prescindible, los habilita para hacerse a un lado con el pretexto de que “los primeros años de un bebé son de la madre” porque “los varones no podemos hacer casi nada”, porque “el bebé necesita a la mamá” y eso es “una cuestión biológica”. (Las comillas son de falacias hechas que todos escuchamos mil veces, ¿no?)
Seamos claros
Lo único que un varón no puede hacer es amamantar (que implica una demanda titánica y puede ser una etapa súper importante para el bebé y la madre). Pero no todas las madres pueden o quieren dar la teta (menos de la mitad de los bebés reciben lactancia materna exclusiva); y si lo hacen, no será eternamente ni mucho menos es lo único que hay que hacer ante un recién nacido.
El resto de las tareas y responsabilidades son igualmente posibles de asumir para una mujer que para un varón, con la enorme diferencia de que unos fueron educados en los cuidados jugando a las muñecas o naturalizando estas habilidades mediante los consumos culturales; y otros —los varones— fuimos educados para otras cosas pero no para cuidar.
En un punto, luego son también las madres las que refuerzan esta dinámica, porque quieren o sienten que deben cumplir con el rol para el que fueron preparadas y, sobre todo, porque es lo que la sociedad espera de ellas. Presión que no ayuda a nadie.
A esta altura, debería ser tan claro como obvio que el instinto materno es una estafa: “Las mujeres y los hombres son igualmente instintivos como padres, porque ambos están biológicamente preparados para hacerlo”, afirma la doctora en antropología evolutiva Anna Machin, autora de The Life of Dad: The Making of the Modern Father.
¿Y antes del parto?
Hay mucho que pasa antes del parto —¡son nueve meses!— y que también suele recaer sobre la madre aunque no tiene por qué ser así. Ya bastante tiene la mujer con llevar adelante el embarazo y el parto, hitos únicos, puntuales y fundamentales. Además, es una etapa en la que los varones podemos ganar o perder un montón de oportunidades.
La neurociencia nos enseña que el cerebro de un bebé ya crece muchísimo en el útero, pero también los fetos aprenden a reconocer voces e idiomas. Para los padres puede ser difícil conectarse durante el embarazo al no experimentar en su cuerpo el crecimiento del bebé y a veces sienten que ahí pierden un poco a su pareja —ya no es la que era, y él tampoco aunque tal vez le cueste asimilarlo.
Vayamos al grano: para involucrarnos, los varones no tenemos que esperar a que nuestros hijos estén atravesados por el malestar en la cultura, o sea, la edad del lenguaje y cuando ya podemos razonar con ellos.
La conexión con ellos debería empezar desde esos primeros momentos en el vientre. De hecho, hay estudios que enseñan claramente que cuanto más temprano está conectado un papá, antes puede cuidar y más cambios hay en su cerebro. Y hay mucho que se puede hacer.
Beneficios a largo plazo
Darby Saxbe, profesora de psicología en la Universidad del Sur de California, está escribiendo un libro sobre cómo la paternidad transforma a los hombres. En su investigación busca determinar cómo cambian su cerebro y sus cuerpos al convertirse en padres.
“Los cambios cerebrales y hormonales que observamos en los nuevos padres nos dicen que la naturaleza pretendía que los hombres participaran en la crianza de los hijos, porque los equipó con una arquitectura neurobiológica para hacerlo. Ellos también pueden mostrar el instinto fundamental de crianza que a menudo se atribuye únicamente a las madres”, escribió Saxbe en The New York Times, donde señaló que debemos reconocer que la paternidad también cambia a los hombres así como cambia a las mujeres y a cualquier otra persona que dedique tiempo al cuidado de niños pequeños.
La participación de los hombres en la paternidad puede tener beneficios a largo plazo para la salud de su cerebro y para sociedades saludables:
“En una época en la que los niños y los hombres parecen estar experimentando un mayor aislamiento social y perspectivas laborales en declive, el papel del padre puede proporcionar una fuente significativa de identidad. La transición a la paternidad también puede ser un momento de vulnerabilidad, por lo que apoyar a los padres debería ser una prioridad para los responsables de las políticas”.
Uno de los principales cambios hormonales en los varones al involucrarse como padres es una caída de la testosterona, la hormona sexual masculina, lo que posibilita que haya más paciencia —algo clave a partir de la llegada de un bebé— y abre la puertas para que haya una conexión más profunda del padre con su hijo —y sea más atractivo pasar tiempo juntos, jugar y charlar—.
A su vez, esto es lo que también aumenta las probabilidades de depresión en los hombres al convertirse en padres (tema para otra newsletter).
A esto quería llegar
Es entendible que los varones sintamos que podemos hacer poco en el embarazo y en los primeros meses, pero no es cierto.
Nos dejamos atrapar por una narrativa engañosa y, casi resoplando con resignación impostada, decimos que nos gustaría hacer más pero es imposible, porque al final es una cuestión biológica.
Esa trampa, un poco por imposición social y otro por pereza personal, nos lleva a repetir esas frases de que el vínculo madre-hijo es único (¡como si el de padre-hijo no lo fuera!) y que no nos queda otra que estar al margen (casi como sinónimo de involucrarnos menos).
En la versión extrema, todos hemos visto o escuchado a hombres que de tan desentendidos y desconectados con la nueva realidad como padres, lo primero que tienen para contar de los meses iniciales de sus hijos es que “ya no se coge como antes”. ¿En serio?
En el caso de que esto sea así, me gustaría escuchar una reflexión profunda de por qué ocurre esto, ¿no? No alcanza con decir “ella no quiere, solo le importa el bebé”. Estaría bueno hacernos preguntas, como: ¿Qué es lo que cambió con la llegada de un bebé para que uno tenga ganas y el otro no?
“Aprendí la energía que te saca un chico. Que venís de la calle y por ejemplo querés tener sexo con tu mujer y a veces mi mujer no quería y yo me enojaba. Y cuando me quedé solo con los chicos entendí que los chicos te sacan toda la energía y lo único que querés a la noche es dormir. Es tanto el cansancio y la fatiga que uno tiene en el cuerpo”, cuenta Gastón en elDiarioAR, donde charla con la periodista Natalí Schejtman sobre cómo fue quedarse viudo con dos hijos, de 3 y 7 años.
No es muy difícil relacionar la experiencia de Gastón con los cambios hormonales, físicos y psicológicos que implican los cuidados. Si el involucramiento es desparejo, será esperable estar desfasados en el deseo, ¿no?
Hombres bajo la lupa
Desde hace varios años los hombres empezamos a ser más estudiados en relación con la paternidad y esto ayuda a derribar mitos. En su newsletter The Double Shift, Katherine Goldstein entrevistó a Kate Mangino, experta en temas de género, por su libro Equal Partners: Improving Gender Equality at Home, una lectura recomendada con ideas que son necesarias para transformar los roles de género.
Mangino utiliza el ejemplo de un estudio en el que se puntualiza qué sucede ante el nacimiento de un bebé en parejas heterosexuales.
Cada pareja trabajaba aproximadamente 40 horas a la semana en la fuerza laboral remunerada y ambos hacían 15 horas a la semana en tareas domésticas. Después de que nació el bebé, las mujeres todavía hacían 15 horas de trabajo doméstico, pero también añadían 22 horas de cuidado de niños. Los padres promediaron 14 horas de cuidado de niños pero sus tareas domésticas se redujeron a 10 horas a la semana.
Para Mangino, esto refleja que todavía definimos la paternidad y la maternidad de manera diferente: “Puedes ser un padre exitoso y salirte con la tuya en 14 horas. Mientras que las mujeres están trabajando 22 horas y todavía reciben el juicio de la gente de que no son lo suficientemente buenas”.
Luego, la experta añade algo que relaciono con todo lo que vengo hablando acá, cuando dice:
“Culturalmente, cuando los niños entran en escena, confundimos la biología y la construcción de género. Todavía escucho, incluso de personas que trabajan en género y que intentan ser feministas y que intentan ser conscientes del género, que se habla de esta conexión natural entre la madre y el bebé. Todavía citan el embarazo para construir lazos con un bebé que un padre no tiene. Aún escucho a la gente volver a estos pensamientos más tradicionales en torno a la biología. Creo que tenemos que superarlos. Hay estudios que muestran que los niveles de testosterona de los hombres disminuyen cuando duermen juntos con un bebé”.
Como siempre, lo estructural es clave en esta dinámica. Mangino explica que cuando sos el actor flexible, tendés a ganar menos dinero, a trabajar menos horas, a obtener menos promociones y a tener menos influencia en tu empresa porque estás priorizando el hogar.
“Es un ciclo de infravaloración del trabajo de cuidados y de pago insuficiente de las mujeres, lo que impide que las mujeres alcancen su potencial en el lugar de trabajo. Así que es una cosa del huevo y la gallina”, dice.
…
Para cerrar, voy a compartir algo que le escribí a un lector hace unos meses, cuando me contó que estaba esperando un hijo e intercambiamos unos correos:
“Te agradezco la apertura para compartir esos momentos de intimidad, como acariciar la panza de tu pareja y, de algún modo, conectar con la vida que está ahí dentro, esperando el momento para salir al mundo. Me hizo recordar algo en lo que pienso a menudo, y que pronto me gustaría escribir: el bebé está en la panza de ella, pero el embarazo es de los dos y hay mucho que los varones podemos hacer. Te lo comento porque justo esta semana escuché un podcast en el que dos padres hablaban y caían en el lugar común y equivocado de decir que ‘durante el embarazo y el primer año de vida, los hombres no podemos hacer casi nada’. Y luego se lamentaban de la falta de protagonismo que ellos, como hombres, tuvieron en ese primer año. Y ahí creo que está parte del asunto: como hombres, tenemos que aprender a hacer una enorme cantidad de cosas en silencio, es decir, sin protagonismo. Son esenciales e importantísimas. Son, en general, esas que hacen las mujeres (y de las que deberíamos apropiarnos)”.
…
Hasta acá llegamos.
Muchas gracias a los que siguen compartiendo Recalculando.
Más gracias a los que respondieron la encuesta para que esto siga mejorando. Las respuestas (anónimas) son de mucha ayuda y las voy a compartir cuando procese la data.
Nos vemos en dos semanas.
Mientras, podés responder este mail o dejar comentarios en el post.
Un abrazo,
Nacho
Un gracias enorme 🙏 a Marta Castro por la generosa edición 🙌 de esta newsletter. Los errores son míos (sabrán perdonarme). Marta no tiene redes sociales: no le gustan. Pero si quieren contactarla, me avisan 😉
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