Tuve hijos, ¿qué pasa con mi cerebro?
No se nace padre ni madre: se aprende. Tener un hijo tiene costos, ¿puede ser beneficioso?
La ciencia parece tener cada vez más claro que el cerebro de mujeres y hombres cambia con la llegada de un hijo. Aunque aún hay menos investigaciones sobre los hombres, el congreso Parental Brain (Cerebro de padres) mostró que sus cerebros también muestran neuroplasticidad al convertirse en padres. Esto reforzó, desde una perspectiva científica, varias ideas sobre los mitos de la maternidad/paternidad.
“Madres y padres suelen ser más similares que diferentes en cuanto a cómo responden sus cerebros a los estímulos de los hijos. En lugar de asumir que solo las mujeres están biológicamente programadas para la crianza, la ciencia nos está diciendo que todos los padres tienen un cerebro flexible y receptivo que se adapta según su participación en el cuidado. Los grandes padres se hacen, no nacen”, dice la psicóloga y profesora
, una de las científicas que habló sobre su trabajo la semana pasada en Barcelona.Negar las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no tiene sentido. Tampoco lo tiene creer que solo la mujer atraviesa cambios al tener un hijo. Las investigaciones de Saxbe indican que los hombres motivados y comprometidos con la paternidad mostraron mayores disminuciones del volumen cerebral. A su vez, los padres que perdieron más materia gris también sufrieron peor sueño, mayor depresión y mayor ansiedad que los padres con cambios cerebrales menores.
Aclaración: un “encogimiento” del cerebro no implica que nos volvamos tontos (que también pasa pero no culpemos a los hijos). Hay una reducción de materia gris asociada con el embarazo y los hijos, pero no está del todo claro qué significa. Se cree que ocurre una reorganización del cerebro para dar más espacio a las áreas relacionadas con la empatía, ayudándonos a enfocarnos en los cuidados.
“Esto podría ilustrar un costo del cuidado: las mismas adaptaciones cerebrales que apoyan la crianza también podrían predisponernos a un mayor riesgo para la salud mental. Esto no significa que debamos dejar de criar, sino que los nuevos padres podrían necesitar más apoyo. Los tiempos de cambio también suelen ser tiempos de riesgo y vulnerabilidad”, dice Saxbe, con quien hablé luego sobre este punto.
En los últimos años, han aumentado los estudios del cerebro de la mujer. Unos señalan que los cambios son pronunciados en la red de modo predeterminado, fundamental para percibir los sentimientos y perspectivas de otros.
Emily Jacobs, neurocientífica de la Universidad de California, explica que el hecho de que el cerebro se “achique” durante el embarazo “no es algo malo” y refleja una “poda” que “permite al cerebro lograr un mayor grado de especialización”.
Como ocurre con la reducción de la materia gris en el cerebro, el término “poda” (del inglés “prune”) no indica una pérdida en sí ni tiene connotaciones negativas. Se trata de la manera en que el cerebro se moldea y se adapta para una nueva etapa.
En su libro Mother Brain: How Neuroscience Is Rewriting The Story of Parenthood (Cerebro materno: Cómo la neurociencia está reescribiendo la historia de la crianza), la periodista científica
habla sobre la idea de que las mujeres son cuidadoras naturales, algo que en rigor no es exclusivo de las mujeres.“La historia que hemos contado sobre las madres es que las mujeres son cuidadoras naturales, innatas, que llegamos a este trabajo automáticamente, que simplemente surge de nosotras en cuanto un niño es colocado en nuestros brazos. Y que esto es realmente algo distintivamente femenino, y que está basado en la ciencia”, describió Conaboy, y sentenció: “Ninguna de esas cosas es cierta”.
Madres y padres, similares
Antes de Saxbe, en el congreso de Barcelona se presentó la española Susana Carmona, psicóloga clínica y doctora en neurociencias, que en 2017 lideró un estudio pionero sobre el impacto del embarazo en el cerebro de la mujer, que se amplió en los años siguientes.
Los cambios en los cerebros de las mujeres que paren son mucho más grandes que los de los padres, madres no gestantes u otras personas que cuidan. Sin embargo, ahora se sabe que esos cambios se parecen. Las investigaciones de Carmona y Saxbe encontraron modificaciones cerebrales similares entre padres y madres.
Las feromonas de las mujeres, transmitidas a través de la piel y la sudoración, provocan que en el cerebro del futuro padre baje la testosterona y aumente la prolactina al final del embarazo. Esto puede reducir el deseo sexual del hombre, aumentar su plasticidad neuronal, afinar su oído para el llanto del hijo y prepararlo para la función paterna. Que la testosterona baje no es necesariamente “bueno o malo”, sino que lo dispone mejor para la crianza.
Un estudio reciente demostró que los hombres que tuvieron un mayor descenso de testosterona durante el embarazo y que sincronizaron sus niveles con los de su pareja, estuvieron mejor preparados para la paternidad y el compromiso familiar: “Todo ello ayudó a fortalecer su vínculo con la madre y los preparó para una participación más activa en la crianza”.
Un punto clave es que, mientras las mujeres experimentan cambios por el embarazo, en los hombres los cambios surgen si se involucran con la llegada del hijo. El hombre “vive cambios en su cerebro, pero suceden por el entorno: primero, acompañando a la madre, y segundo y más importante, por la interacción con el bebé”, explica Carmona.
Prueba y error
Esto me llevó a pensar otra vez en la crianza y los cuidados. El Informe del estado de los padres en el mundo señala que 9 de cada 10 madres/padres afirman que cuidar a sus hijos es una de las cosas más gratificantes de su vida.
También dicen que un reparto más equitativo de las responsabilidades domésticas y del cuidado de los hijos facilita la incorporación de las mujeres al mercado laboral remunerado, mejora el desarrollo cognitivo y el rendimiento académico de los niños, aporta sentido y satisfacción a la vida de hombres y mujeres, y puede contribuir a la reducción del estrés, especialmente para las madres, así como a la mejora de las relaciones de pareja.
A priori, parece difícil vender la idea de los beneficios de la paternidad. Involucrarse implica una pérdida inicial de ciertas comodidades, ventajas económicas y hasta sociales.
Datos: los hombres realizan más trabajo de cuidado que antes, pero las madres aún realizan más tareas que los padres en todos los aspectos de las tareas de cuidado.
A quien abandona su carrera para quedarse en casa y criar hijos se le considera alguien que no está a la altura de su potencial, como si el puesto y el salario fueran la única medida del valor humano. También hay un reconocimiento social por seguir una carrera prestigiosa. Por el contrario, las alegrías de ser padres son profundas, pero privadas.
Los resultados científicos aún están en desarrollo y tienen limitaciones. Además, hay una variable individual. Debemos considerar la complejidad de factores sociales y culturales que afectan la experiencia de la paternidad y maternidad. Más allá de la neurociencia, los humanos somos más complejos y cada persona es el resultado de la interacción entre biología y cultura.
Carmona dice que “se aprende por prueba y error” a ser madre y padre, a cuidar del bebé. Piensa, a su vez, que se confunde encontrar cambios en el cerebro de los padres como una justificación para que el padre sea corresponsable en casa: “Los padres deben contribuir sí o sí, sin que tenga que venir la ciencia a justificarlo.”
Conexión
Se estima que en los primeros cinco años, el cerebro humano crece hasta un 90% de su tamaño adulto y desarrolla el 80% de su capacidad cognitiva, estableciendo bases para el aprendizaje, la conducta y la salud emocional. Como padres, ¿dónde y cómo queremos estar y participar durante esa etapa?
Al concluir el congreso sobre el cerebro de los padres en Barcelona, participé en un taller con varios científicos que habían expuesto sus trabajos en los días previos. En una charla informal con Saxbe, hablamos sobre la epidemia de soledad que sufren los hombres, una tendencia que se extiende fuera de los Estados Unidos.
Hay consenso sobre lo perjudicial que es la soledad. Este estudio indicó que las personas socialmente aisladas tienen un 32% más de probabilidades de morir prematuramente que las que no experimentan aislamiento social.
“La mayor pregunta que me hacen los padres es cómo encontrar conexión y amistad”, dice
, padre de tres hijos y autor de The Ultimate Stay-at-Home Dad: “La falta de conexiones significativas es un agujero en nuestras vidas”.Saxbe coincide en que los hombres necesitan conexión y que los niños son buenos para eso. En la epidemia de soledad, los hombres sufren más aislamiento y soledad, lo que se relaciona con una mortalidad más temprana que las mujeres. Tener conexión y construir una relación cercana con un hijo puede dar significado a una vida y ayudar a combatir la soledad.
Desde esta perspectiva, involucrarse en la paternidad, además de ser lo más beneficioso para los hijos y la familia en general, también es una razón que puede justificar las noches mal dormidas, las demandas de la paternidad y hasta “tener un cerebro más chico”. Además de que el cuidado no es un extra, tal vez estaría bueno verlo como una mezcla de derecho, obligación y privilegio.
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Eclipsar la infancia
A veces pienso que ciertas cosas ya no ocurren, que quedaron enterradas en el pasado de mi infancia. Por ejemplo, que un grupo de padres se pelee en un partido infantil. Es algo que vi bastante en el fútbol en Buenos Aires y que, ingenuamente, creía que (como no lo veía) ya no pasaba (tanto).
Gracias por incluir Mother Brain—una edición en español viene muy pronto desde V&R Editora! Tal vez le gustaría también el libro Father Time por Sarah Blaffer Hrdy.
nuestros engramas entrelazan lo instintivo con lo experimentado en nuestra vida, también lo aprendido de quienes han tenido importancia para nosotros, entre otros factores. Hay algo único también en el modo singular como se despliega nuestra interacción con cada hijo, porque son diferentes entre sí, y diferentes son los contextos. Pero cada vez tenemos más claro que la crianza, en el mejor de los casos, es compartida, y que los roles fijos no aportan tanta alegría como la posibilidad de complementarse. Gracias como siempre por la invitación a pensar