Mansplaining; nuevos ideales de masculinidad; y depresión posparto y ansiedad en varones
No hablar (de ciertas cosas) o hablar demasiado (cuando deberíamos callar). Hoy estoy reflexivo y preguntón. Pasen, lean y comenten. Les escucho :)
Buenas, buenas, ¿cómo va? Esta semana voy a compartir tres temas que, en esencia, nos pueden ayudar a pensar cómo somos socializados los hombres y a entender (y, ojalá, modificar) cómo nos comportamos muchas veces. La idea es que esto funcione como disparador para promover algo que nos urge a los varones: encontrar lugares donde nos podamos sentir seguros para recalcular, hablar entre nosotros en profundidad y contarnos esas cosas —dudas, temores, inseguridades, sufrimientos— que no solemos contar a nadie. Ah, y dejo varias preguntas :)
¡Pará, hermano!
Mansplaining
Notarán que hablo seguido sobre mansplaining; en parte, porque aún me sigue sorprendiendo esta actitud automática que tenemos los hombres de decirle (explicarle, en verdad) cosas a una mujer que, normalmente, no le diríamos a un varón. En febrero, cuando Rusia invadió Ucrania, hubo cierto revuelo en (el micromundo de) las redes sociales porque a la experimentada periodista argentina Elisabetta Piqué se le escuchó decir “...este pelotudo” ante dos colegas varones que, sentados en un estudio de televisión en Buenos Aires, le explicaron en vivo cómo debía proceder ante la posibilidad de un bombardeo y le dieron una serie de consejos.
Resulta que Piqué, corresponsal del diario La Nación en Italia y una de las primeras periodistas de un medio argentino en llegar a Kyiv, lleva dos décadas cubriendo guerras. De hecho, en su extensa y premiada trayectoria, escribió, entre otros, un libro que se llama DIARIO DE GUERRA. Apuntes de una corresponsal en el frente, donde refleja su trabajo en las guerras de Afganistán e Irak. Estos detalles sobre Piqué, una histórica del periodismo argentino, difícilmente sean desconocidos para alguien que trabaja en los medios. ¿Por qué entonces la trataron de ese modo, como desconociendo sus méritos?
“Nunca jamás alcanza con lo que sabemos las mujeres”, publicó en Instagram la cuenta Mujeres Que No Fueron Tapa a raíz de la polémica, invitando a otras mujeres a contar experiencias donde los varones les explican cosas (vale la pena echar un vistazo a los comentarios).
“¿Cómo no fastidiarnos junto a ella si esa enumeración condescendiente habla de la falta de respeto absoluto por el oficio y la carrera de la persona que estaba del otro lado? ¿Cómo no pensar que se hubiera ahorrado los comentarios paternalistas si en vez de Elisabetta hubiera sido un varón el que cumplía su tarea desde el foco del conflicto armado?”, escribe la periodista Mercedes Funes en un interesante análisis en Infobae, donde plantea algo que, intuyo, puede irritar a más de un hombre. Sin embargo, opino (y propongo) que utilicemos esto como una oportunidad para realizar un ejercicio: callarnos un poco —sí, está bueno hacer un poco de silencio—, no debatir si tiene o no razón —que sí, que la tiene, pero no es lo importante ahora— y dedicar la energía a pensar en por qué dice lo que dice. El párrafo es este:
La verdad es que no hay mucha diferencia entre un hombre que le explica a una colega mucho más experimentada cómo hacer bien su trabajo y busca cuidarla desde un estudio, porque la supone más débil, y otro que viola impune, porque su mujer “es suya”. La matriz es siempre la misma: la pretendida superioridad de algunos varones convencidos de que lo que hacen, piensan y desean –aunque sea a la fuerza– es más importante que lo que diga o quiera una mujer.
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Preparar mejor a los hombres
Tras un largo período de fuerte malestar, Jonathan Malesic decidió renunciar como profesor universitario en Pensilvania. Aprovechó que su esposa había obtenido una buena oferta laboral y se fue a vivir con ella a Texas. ¿Qué pasó luego? “A pesar de mi alivio, me sentí como un fracasado no solo como académico, sino también como hombre. Aunque los roles de género parecen cada vez más flexibles y susceptibles al cambio, aún somos una sociedad en la que los hombres intentan demostrar su hombría a través de su desempeño en el trabajo. Y yo no podía cumplir con mi deber”, contó Malesic en el New York Times en Español, donde reclama que “nos urgen nuevos ideales de masculinidad”.
El artículo del profesor corre cierto riesgo de caer en la victimización masculina al centrarse demasiado en lo que a él le molesta, duele y afecta, desatendiendo un poco las consecuencias relacionales de esa masculinidad. Es decir, pese a que sí desliza alguna mención en este sentido, no abunda en cómo su comportamiento —y el de los varones en general— afecta a los demás —a las mujeres y a los niños, en particular—. No obstante, esto que dice es indiscutible: “Las sociedades necesitan preparar mejor a los hombres para compartir la responsabilidad de la crianza de los hijos”.
Son interesantes también los apuntes sobre lo que supuestamente significa ser un hombre y sobre lo condicionado que está nuestro comportamiento por nuestra idea de lo que debe ser un hombre: “Cuando los hombres enfrentan problemas en el trabajo o en otros aspectos de su vida, son mucho menos propensos que las mujeres a expresarlo, ya sea en público o en privado”. Malesic hace referencia a que los hombres mostramos bastantes menos probabilidades que las mujeres de buscar ayuda terapéutica por cualquier motivo, tal como señalan diversos estudios. ¿Por qué pasará esto? ¿Con qué tendrá que ver? Me gustaría escuchar sus ideas.
¿Sabías que…?
Los problemas de salud mental entre los nuevos padres varones son más habituales de lo que se creía
Si bien la depresión posparto se suele focalizar (y con razón) en cómo afecta a las madres —entre el 10 y el 20 por ciento de las mujeres la sufren—, lo cierto es que el 10 por ciento de los papás (estudio) también la padecen. “La depresión paterna es un fenómeno mucho menos estudiado que la materna. Y ambas son un factor de riesgo muy grande para el desarrollo del bebé porque produce un descenso en la posibilidad de cuidarlo bien, conectarse, estar disponibles, sobre todo en el primer año de vida, que es tan importante”, dijo Inés Di Bartolo, investigadora y docente de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad Católica Argentina (UCA), al diario La Nación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 3,6% de la población mundial sufre trastornos de ansiedad. Al igual que ocurre con la depresión, los trastornos de ansiedad a nivel mundial son más comunes en las mujeres (4,6%) que en los hombres (2,6%). En la Región de las Américas la tendencia es la misma aunque con números más altos: el 7,7% de las mujeres padecen trastornos de ansiedad frente al 3,6% de los hombres.
La situación cambia cuando los hombres se convierten en padres, ya que la tasa de ansiedad aumenta significativamente y alcanza al 11%, casi 5 veces más que la tasa de ansiedad promedio en varones de la OMS. Estas tasas tienden a ser más bajas durante el embarazo (9,9%) y aumentan casi dos puntos en el año posparto (11,7%).
“La transición a la paternidad es un evento importante de la vida que a menudo se acompaña de nuevos desafíos relacionados con las preocupaciones financieras, de relación y de equilibrio entre el trabajo y la vida personal. A pesar de que esos cambios ocurren tanto para hombres como para mujeres, no se sabe mucho sobre la prevalencia de la ansiedad entre los nuevos padres", dijo Jenn Leiferman, profesora de la Escuela de Salud Pública de Colorado y una de las autoras del estudio (en inglés) realizado con investigadores de la Universidad de Colorado. ¿Por qué será que se conoce y se habla poco sobre todo esto? ¿Te pasó o alguna vez escuchaste a un varón hablar de esto en primera persona?
Esto fue todo por hoy. Muchas gracias por haber llegado hasta acá.
Como siempre espero tus comentarios y correos: me gusta mucho leerlos.
Un abrazo,
Nacho
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Estupendo artículo. Me ha encantado. Muy cierto todo lo que aportas.