La ternura y el privilegio de Federer y Nadal; Ser tratados como una pareja homosexual; Psicología y masculinidad
Reflexiones sobre la emoción que desbordó a dos leyendas del tenis. Un spot irónico sobre qué pasaría si ser heterosexual no fuera la regla. Y la psicología nos advierte que reprimir emociones daña.
Los hombres podemos cambiar para mejor y creo que, aunque lentamente, en eso estamos. Es un camino sinuoso, con avances y retrocesos.
Imágenes como la que vimos hace dos semanas entre Roger Federer y Rafael Nadal, dos de los mejores tenistas —y enormes rivales— de todos los tiempos, me dan esperanzas de que algunas cosas van por buen camino.
Sin embargo, luego veo un spot de un operador turístico que nos invita a pensar cómo sería ser heterosexual si esto no fuera la regla —mejor dicho, que nos pone a los heterosexuales en los lugares incómodos y desagradables que cotidianamente padecen quienes no son heterosexuales— y recuerdo que en muchos aspectos no hemos avanzado tanto.
Al final parece que algo se mueve, aunque todavía nos falta muchísimo. Pero bueno, como veremos, al menos la psicología también ya sabe que la masculinidad tradicional es dañina. Así que acá vamos, gota a gota.
¡Pará, hermano!
Parece mentira pero…
¿Qué pasaría si una pareja heterosexual fuera tratada como suelen ser tratadas las parejas homosexuales? Esa es la pregunta que plantea un spot publicitario de un operador turístico.
Para responderla, utiliza un video que, con humor y realismo, expone escenas en las que una pareja heterosexual recibe el trato que muchas veces sufren las parejas homosexuales o de la comunidad LGBT+. Así, quedan a la vista la incomodidad, la falta de aceptación y el rechazo que padecen quienes no se ajustan a la heteronormatividad.
“Solo uno de cada 20 viajeros LGBT+ se sintió cómodo mostrando afecto con su pareja mientras estaba de vacaciones, en comparación con 8 de cada 10 personas heterosexuales”, señaló el operador turístico Virgin Atlantic Holidays en su sitio web, donde explica que este video irónico tiene un mensaje serio detrás: “Esperamos que ayude a educar a las personas y abordar esta forma arcaica de discriminación”.
Si en algún momento estás (estamos) por decir algo como lo que dicen los actores del video, estaría bueno decirnos a nosotros mismos: “¡Pará, hermano!”. Date dos minutos para ver el video e imaginar la situación.
El mismo spot (traducido al castellano) fue publicado en Instagram por la cuenta Educar sin Estereotipos, que comenta: “Parece mentira que haya que seguir recordando estas cosas, pero cuando crees que ya no vas a escuchar un comentario homófobo, retrógrado, mal educado y surrealista, va alguien y te sorprende…”:
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Federer y Nadal, o el privilegio de ser celebrado por llorar
No tengo dudas de que la foto de Roger Federer y Rafael Nadal dándose la mano y llorando frente al mundo durante la despedida del tenis del suizo será una de las imágenes del año o, incluso, de la década. Tiene una potencia enorme en varios sentidos.
“Nunca vi algo así en el tenis 👬 y nunca lo volveré a ver. El final de la era dorada”, escribió en Twitter Ella Ling, la fotógrafa que tomó la imagen icónica en la Copa Laver tras el último partido de la carrera de Federer.
Desde lo simbólico, es una gran oportunidad para contagiar y convocar a aquellos que durante tanto tiempo disfrutaron al verlos jugar y que ahora también se emocionaron con la conmoción y el llanto de dos ídolos planetarios que, a la vez, fueron grandes rivales deportivos.
Algunos, no obstante, vieron problemático el hecho de celebrar tanto una imagen que, al fin y al cabo, protagonizaron dos hombres privilegiados, heterosexuales, blancos, multimillonarios y europeos. Sin duda hubo algunas exageraciones —como si esto hubiera marcado el fin del machismo y la llegada del hombre nuevo—, pero también hubo otras reacciones críticas que merecen ser escuchadas.
“A mi me parece injusto tanto reconocimiento cuando estos mismo comportamientos han sido motivo de violencias para los que ya lo hacían, como, por ejemplo, las disidencias (sexuales)”, me dice Raúl, de MasculinidadSubersiva, que cuestiona cómo se visibilizan o aprueban ciertas conductas según de quién vengan: “Un mismo gesto en otras identidades y orientaciones sexuales ha sido motivo de violencia, opresión y estigma”, puntualiza.
Personalmente —y sin invalidar el argumento de Raúl—, considero que estamos frente una imagen, por lo menos, impactante: porque estos varones atléticos, súper ganadores, híper idealizados, recontra competitivos, fuertes y seguros no suelen mostrar tal vulnerabilidad de esa manera —¿por qué será?— ni sabemos cuándo lo volverán a hacer.
Un buen ejemplo de lo que puede generar esta situación son las preguntas que plantea el proyecto Mujeres Que No Fueron Tapa, que nos invita a pensar: “¿Cuál es el llanto permitido de los varones? ¿Cuándo y en qué circunstancias se les permite la afectuosidad y la ternura? ¿Puede un varón pobre llorar porque no consigue trabajo? (...) ¿Lloran frente a sus amigos como lloran frente a nosotras cuando perdieron a alguien que quieren? ¿Lloran por amor frente a sus amigos?”
Es decir, no se trata de deshacerse en elogios hacia Federer y Nadal sino de situar y contextualizar lo ocurrido para ver qué valor puede tener ese gesto (y a quiénes puede atraer o afectar). Porque una vez que, por un instante, algún símbolo del mundo hegemónico baja la guardia, ¿qué vamos a hacer? ¿Atacar, como suele hacer el poder, o intentar mostrar que hay otros caminos posibles?
¿Qué hacemos con el dolor?
A partir de un gesto hermoso y humano —que también, es cierto, fue magnificado— podemos hablar de estructuras, de quién puede y quién no puede mostrar vulnerabilidad, de cómo está organizado el sistema y del dolor que éste provoca y reproduce continuamente, más aún para los colectivos más oprimidos.
Porque, sí, eso que a Federer y Nadal se les celebró —darse la mano, quebrarse en público— ya lo habían hecho antes muchas otras personas pero, en cambio, les costó —y les sigue costando— un sufrimiento gigante.
¿Quiere esto decir que no debemos celebrar el gesto, pues estaríamos encumbrando aún más a estas dos estrellas en el imaginario colectivo y, quizás, minimizando otras luchas?
Entiendo la frustración de Raúl: la celebración desmesurada puede resultar inmerecida para un determinado sector de la población. Es algo que puede dolerle (y mucho) a alguien que ha sufrido el rechazo del sistema hacia la visibilización de los afectos.
Mi pregunta ahora es: además de no invalidar sufrimientos ajenos, ¿qué hacemos con esa herida? ¿Qué hacemos con ese dolor?
Si únicamente nos peleamos con lo injusto y permanecemos enojados y maniatados por la discusión por lograr más o menos reconocimiento, nos estaremos quedando a mitad de camino.
Tal vez podría ser más productivo pensar en quién puede mostrar vulnerabilidad (y por qué) y quién no puede hacerlo (y por qué). ¿Se entiende? (Una pista: se llama patriarcado, y tiene que ver con las expectativas que tenemos sobre las personas en función de su sexo y orientación sexual).
El hombre que teme frente al hombre que no
Creo que estamos todos de acuerdo en que lo criticable no es el gesto (es decir: no es lo que hicieron Federer y Nadal), sino la reacción desmedida. Esto nos da pie a pensar por qué ocurre esto y qué podemos hacer al respecto. Mi propuesta (con todo lo que me gusta criticar, eh 😂) es aprovechar el momento para que más personas nos abramos a nuevas posibilidades.
Las cosas cambian gradualmente cada segundo y cuando finalmente cambia el poder —y no digo que esto sea una gran transformación ni mucho menos que sea inmediata— los cambios toman otra velocidad. Pero los cambios son lentísimos en relación a nuestro ciclo vital. Y, al final, las decisiones las sigue tomando el poder (y ya sabemos cómo está conformado mayormente el poder). Ante esto, ¿debemos intentar cambiarlo desde adentro o desde afuera? Tal vez la respuesta sea desde adentro y desde afuera.
Lo simbólico puede ser una excusa para abordar una temática concreta y convertir una imagen en un gesto político. Hay muchas personas, especialmente hombres, que tal vez aún no hayan descubierto que pueden mostrarse vulnerables, sensibles y tristes… ¡y que eso no las hará débiles ni menos queribles!
En el deporte de alto rendimiento —y no solo allí— está instalada la idea de que o sos un campeón (que nunca se quiebra, que no retrocede y que nunca se rinde) o te rompés en el camino porque sos frágil y débil (y, por ende, no servís).
Lamentablemente, esto último lo padeció la tenista Naomi Osaka, que se retiró de Roland Garros y Wimbledon en 2021 manifestando problemas de salud mental (“¿Dónde está la puta presión?”, la cuestionó Boris Becker, ex número 1 del tenis).
La imagen de Federer —que habló sobre sus emociones con The New York Times— y Nadal nos habilita la puerta a otra narrativa: “Ey, estos dos campeones, tal vez los mejores de la historia en su deporte, se respetan y se admiran pese a todos los títulos que se quitaron entre sí; no se odian ni se hacen la guerra; ¡no es necesario que sea de ese modo! Además, pueden sentir miedo o tristeza y se emocionan el uno con y por el otro. Y siguen siendo tremendos campeones”. Personalmente, celebro que hechos puntuales como este puedan servir de faros para permitirnos actuar de otro modo.
Se necesita fuerza para ser vulnerable
No digo que no haya que ser críticos sino que, tal vez, puedan hacerse en paralelo ambas cosas —cuestionar y mostrar que hay un camino distinto respecto a las viejas historias que nos han contado y hemos interiorizado—. ¿Por qué no? Tampoco creo que un solo gesto vaya a desmontar las macizas estructuras patriarcales. Pero suma. Son como gotas de esperanza en el mar.
Para el periodista y escritor Manuel Jabois se trata de una imagen “dulcísima y delicada”. En un artículo en El País, remarcaba que “esta escena íntima atenta contra un mundo en extinción, el de las emociones reprimidas, la hombría del héroe que no dice te quiero, no besa a otro hombre ni lo lleva de la mano a ninguna parte si no es su hijo; la del antiguo pero moderno hombre heterosexual que teme que determinados gestos afectuosos puedan malinterpretar sus gustos o ser objeto de burla y sospecha; la del hombre, en definitiva, que teme, frente al hombre que no”.
También me gustó lo que dijo la editorial Chirimbote: Federer y Nadal “demostraron” que los amigos varones podemos demostrarnos cariño. “Este gesto rompe con todos los mandatos (ridículos) masculinos. ¿Cuántas veces los varones nos tomamos de las manos? A lo sumo nos demostramos el afecto con una palmada en el hombro o la espalda (símbolos de la virilidad masculina, el sostén, el aguante). Las pocas veces que tomamos la mano de otro varón nos cuidamos de que nadie nos vea”.
Tampoco se trata de ubicar a Nadal —perdón la digresión: ¿cuánto de su llanto también habrá sido porque el próximo mito en retirarse puede ser él?— o Federer como ejemplos absolutos de nada en particular; de hecho, la imagen también ha dado pie a repasar recientes declaraciones de estas estrellas.
Por ejemplo, ante la noticia de que será padre por primera vez, en junio pasado Nadal dijo: “No tengo previsto que esto suponga un cambio en mi vida profesional”.
Enseguida aparecieron críticas y observaciones hacia el tenista español, como un artículo en El Periódico que, entre otras cosas, “recuerda” a Nadal que “seis de cada diez mujeres (el 64%) ha sufrido penalización laboral por ocuparse del trabajo extra que implica el cuidado de los niños, los mayores o las tareas de la casa”.
Mientras, Federer contó en una entrevista con Today cómo la paternidad sí cambió su vida: “Las niñas (gemelas) nacieron (en 2009) y desde ese momento, 2010 y 2011, no gané ningún Slam. Recuerdo cambiar pañales, bañar a las niñas y simplemente ser papá. Pero luego (en 2014), cuando nacieron los niños (mellizos), eso sacudió los cimientos de toda nuestra vida, porque salir de gira con cuatro niños cada semana era difícil, por decir lo menos. Y de ser quizás el dominador (del circuito) me convertí en el retador. Y también me gustó ese papel”.
Para Federer resultó obvio llevar consigo a su familia: “Era la única manera. Dije: ‘Nunca saldría de gira sin mis hijos’. Prefería retirarme. Entonces me habría tenido que retirar hace 10 años”. Pero con Mirka, su pareja, asumieron el desafío de viajar en familia para que él pudiera continuar jugando.
Dicho esto, volvamos a la imagen icónica. Fundamentalmente es importante porque puede mostrarnos dos cosas al mismo tiempo. Por un lado, ilustra que los hombres tenemos la posibilidad de mostrar vulnerabilidad y que eso no nos hará débiles. Pero también es un potente recordatorio de que para muchos hombres sigue siendo un privilegio que se les permita derrumbarse en público.
¿Sabías que…?
¿...la masculinidad tradicional es perjudicial?
Un informe de la Asociación Americana de Psicología (APA) de Estados Unidos señaló que la masculinidad tradicional —marcada por el estoicismo, la competitividad, el dominio y la agresión— es, en general, psicológicamente dañina; y que los roles tradicionales de género se traducen en un mayor número de muertes.
“Los hombres cometen el 90% de los homicidios en los Estados Unidos y representan el 77% de las víctimas de homicidio. Son el grupo demográfico con mayor riesgo de ser víctimas de delitos violentos. Tienen 3,5 veces más probabilidades que las mujeres de morir por suicidio y su esperanza de vida es 4,9 años más corta que la de las mujeres. Los niños tienen muchas más probabilidades de ser diagnosticados con trastorno por déficit de atención con hiperactividad que las niñas y enfrentan castigos más severos en la escuela, especialmente los niños de color”, indicó la APA en 2019.
El informe —que fue cuestionado por ciertos sectores— señaló que más de 40 años de investigación demuestran que socializar a los niños para reprimir sus emociones causa daños que repercuten tanto interna como externamente.
Sostuvo también que los hombres atrapados en la masculinidad tradicional —más reacios a admitir su vulnerabilidad— suelen buscar menos apoyo psicológico.
“Debido a la forma en que muchos hombres han sido educados, para ser autosuficientes y capaces de cuidar de sí mismos, cualquier sensación de que las cosas no están bien debe mantenerse en secreto”, dijo Fredric Rabinowitz, psicólogo de la Universidad de Redlands en California. Mientras, quienes tienen actitudes de género más flexibles tienden a buscar más apoyo de salud mental.
“Aunque los hombres se benefician del patriarcado, también se ven afectados por el patriarcado”, dijo Ronald Levant, profesor emérito de psicología en la Universidad de Akron.
¿Podemos relacionar esto que dice la psicología con los prejuicios y el rechazo hacia todo lo que no sea la heteronormatividad? ¿Y, a su vez, vincular todo esto con el impacto que generó que dos mitos del tenis se hayan quebrado y dado la mano en público?
Muchas gracias por haber llegado hasta acá.
Como siempre, espero tus comentarios y correos. También, como hacen muchos, podés reenviarle este correo a alguien más.
Buena semana y hasta la próxima.
Un abrazo,
Nacho
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