De Nueva York a Utah: paternidad aleccionadora
Despedir lo amado está bien. Ser padre te llena de humildad. El consejo más molesto y cierto. Estábamos haciendo que funcionara, pero realmente no nos funcionaba. Autor invitado: Dan Oshinsky.
Hace unas semanas me enganché con un texto de Dan Oshinsky, un experto en el micromundo de las newsletter que es muy reconocido. A sus 37 años, habló sobre un cambio grande que está experimentando: dejó atrás su vida en Nueva York para mudarse a Utah, una decisión que mayormente estuvo marcada por su paternidad.
Tras ser director de newsletters en BuzzFeed y The New Yorker, Oshinsky dirige Inbox Collective, su propia empresa. Desde el punto de vista de los negocios —y mirado a la distancia—, irse de una ciudad como Nueva York podría parecer contraintuitivo. Tal vez por eso el texto me llamó la atención al principio, pero luego me atrapó por la forma en la que aborda algunos de los desafíos y realidades de la paternidad.
Con algo de humor, Oshinsky comparte reflexiones sobre su cambio de vida y lo hace entrelazando momentos cotidianos y humanos que muchos padres (involucrados en la crianza de un hijo) pueden reconocer, como las dificultades de manejar el tiempo durante la crianza de un niño y las aventuras inesperadas de la vida familiar.
“Ser padre te llena de humildad, es aleccionador”, escribe Oshinsky, reflejando la vulnerabilidad y la falta de control a la que muchos padres nos enfrentamos por la imprevisibilidad y los sacrificios cotidianos de criar hijos.
A continuación dejo la traducción (del inglés) que hice del texto de Dan Oshinsky.
Tengo 37 años. Esto es lo que creo
Tengo 37 años, y sé que está bien despedirse de algo que amas.
Por Dan Oshinsky
Hicimos un gran cambio esta primavera, mudándonos de Nueva York a Park City, Utah. Esos últimos meses en Nueva York fueron agridulces: estábamos marcando el final de una maravillosa etapa en nuestra vida.
Viví en Nueva York durante doce años, y Sally, incluso más tiempo. Cuando nos conocimos, estábamos en nuestros 20. Nos convertimos en adultos en esa ciudad, nos casamos, hicimos amistades increíbles, comenzamos nuevas carreras, viajamos.
Luego llegó Ben, y cambiamos los conciertos y cenas entre semana por siestas y canciones infantiles. Muchas cosas en nuestra vida cambiaron con su llegada, pero para mejor, y Nueva York seguía siendo una constante en nuestras vidas.
Sin embargo, en algún momento del invierno nos dimos cuenta de que era hora de mudarnos. Sally trabajaba la mayoría de los fines de semana, y yo estaba a menudo solo con Ben, además de dirigir mi negocio y tratar de tener una vida fuera de la paternidad y el trabajo.
Recuerdo un sábado en el que tuve que contratar una niñera por unas horas solo para poder fotocopiar unos formularios de impuestos. (¡Nada como una tarde de sábado en FedExOffice!). Estábamos haciendo que funcionara, pero realmente no funcionaba para nosotros.
Así que nos despedimos y nos dirigimos al oeste para estar más cerca de la familia. De alguna manera, dejar Nueva York nos dio permiso para entrar completamente en esta nueva etapa como padres.
Estamos llenando nuestras semanas con cosas nuevas, creando memorias. Llevamos a Ben a caminatas y a clases de natación en la piscina local. Salimos de aventura los fines de semana a conocer lugares. Estamos descubriendo nuevos restaurantes favoritos. Estamos poniendo neumáticos para nieve en el auto y encerando los esquís para la temporada.
Estamos haciendo nuevos amigos, y estamos viendo a Ben crecer en tiempo real. Parece que desde que llegamos a Utah se ha transformado en una persona real: camina, habla y es muy divertido pasar tiempo con él. Es emocionante estar en este momento y vivir en un lugar donde todo es nuevo.
¿Extraño Nueva York? Absolutamente. Extraño a las personas, la energía y los bagels (especialmente los bagels). Pero hay noches en las que Sally y yo nos sentamos en nuestro patio trasero, viendo cómo el sol se pone detrás de las montañas mientras cenamos y nos relajamos del día.
Se siente bien. Se siente como si estuviéramos al comienzo de algo emocionante.
Se siente como un hogar.
En el último año, hay ciertas cosas que he llegado a creer que son verdad. Sé que mis creencias seguirán cambiando. Sé que también yo cambiaré.
Pero aquí, a los 37, esto es lo que creo:
“Pasa tan rápido” es el consejo más molesto sobre la paternidad. También es molestamente cierto.
Hay días en los que puedo estar literalmente en un escenario, compartiendo mi experiencia con cientos de personas, y solo unas horas después estoy negociando con un pequeño humano que no le importa mi experiencia y no quiere escucharme mientras le ruego que deje de tirar espaguetis por toda la habitación. Ser padre te llena de humildad, es aleccionador.
También te llena de humildad preguntarle a otro padre en la fila de la guardería a qué se dedica y que te responda: “Soy un atleta olímpico”.
Criar a un niño pequeño significa que se volverá completamente normal que, varias veces al día, metas toda tu nariz en las nalgas de otro ser humano y le digas a tu pareja: “No, creo que no se hizo caca”.
Quien dijo “haz lo que amas y no trabajarás ni un solo día de tu vida” nunca fue un padre trabajador con una guardería que solo opera de 9 a.m. a 3 p.m. y que tiene que meter ocho horas de trabajo en una ventana de seis. No sé si la paternidad es difícil, pero la parte de gestionar el tiempo definitivamente lo es.
También necesito decir esto: no cambiaría por nada el tiempo que paso con mi hijo.
Cuando los abuelos están cuidando a los niños, déjalos hacer lo suyo. No los supervises ni intervengas. Y tampoco preguntes después qué hicieron mientras no estabas (Igual no lo vas a aprobar). Si tu hijo está vivo y feliz cuando lo vayas a buscar, los abuelos cumplieron su tarea.
De hecho, la mayoría de los días ni siquiera necesito la parte de “feliz”. Si mi hijo tiene la misma cantidad de dedos y dientes que cuando lo dejé, eso es suficiente para mí.
Una señal de que mi negocio está creciendo como quiero es que estoy diciendo “no” más de lo que digo “sí”.
Un buen día es un día en el que paso más tiempo haciendo que preocupándome.
No siempre tienes todas las respuestas, pero mantente atento a las personas dispuestas a trabajar duro para encontrarlas. Esas son las personas con las que deberías trabajar.
Estoy seguro de que llegará un día en que ver un alce caminando por mi calle será totalmente normal, pero hoy no es ese día.
No importa lo que te hayan dicho, nunca hay una buena razón para pedir comida en el Margaritaville de Times Square.
Hay muchos días en los que las cosas se sienten caóticas y apresuradas. Pero sé que en una década o más, miraré hacia atrás y pensaré: ¡Qué fácil era todo entonces!
Trato de recordarme decir gracias más seguido. Lo digo por las pequeñas cosas: cuando Ben tiene una buena noche de sueño, cuando Sally hace algo pequeño y amable para ayudar, cuando un amigo se preocupa por saber cómo estoy. Siempre se siente bien sentirse agradecido.
Y finalmente: no sé qué pasará mañana, el próximo año o en cuatro años. Pero tengo esperanza en el futuro, en la idea de que podemos hacer algo mejor de lo que tenemos hoy. Me recuerdo a mí mismo apuntar no a la perfección, sino al progreso. Quizás sea una tontería, o tal vez sea ingenuo, pero todavía quiero hacer las cosas un poco mejores, para Sally, para Ben, para todos nosotros.
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Nacho
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Escribir sobre los hijos
En diciembre pasado hice ¡Vas a ver cuando llegue tu padre!, un taller sobre relatos de no ficción sobre la paternidad. Lo llevó adelante Damián Huergo, escritor, padre y hábil generador de conversaciones. La idea fue indagar sobre las mutaciones de las paternidades mediante el análisis de la literatura de ficción y no ficción de las últimas décadas.
Lo de la cura de humildad es una verdad verdadera jaja