Construirnos bien a nosotros mismos
Unas vacaciones bajo el sol griego con amigos y niños. Un spot sobre los estereotipos de género. Siri Hustvedt sobre la escritura “femenina” y el feminismo: “Somos seres homeostáticos”.
Estamos con un amigo y su familia paseando por Evia, la isla griega donde habíamos venido en junio de 2020 con Irene y Lorenzo —de un año y medio, en ese entonces— escapando del encierro de la pandemia.
Aquel viaje de tres meses en un contexto de gran incertidumbre era una huida y, a la vez, una búsqueda. Al final, también terminó siendo el puente para quedarnos a vivir en Grecia, aunque en las afueras de Atenas, que de momento es nuestra casa desde hace tres años.
El asunto es que estas son las primeras vacaciones en las que coincidimos con Irene sin trabajar ambos (en rigor, tuve que trabajar algunas horas para esta newsletter y también para el cierre de otro proyecto, pero fueron cosas puntuales).
El entorno y el contexto son idílicos, al menos para mi imaginario. Seres queridos (y divertidos), playas y atardeceres hermosos. Un poco de viento que nos complicó alguna noche de camping en la playa, pero que enseguida se convirtió en material para anécdotas.
Entonces, mientras pienso qué voy a compartir en la newsletter de hoy, me acuerdo que hace rato tenía guardado un post de Facebook del periodista Mariano del Mazo. Lo leo y un poco me sorprende lo bien que calza con el momento que estoy atravesando respecto de la paternidad y la familia. Además, me hace pensar. Un poco de contexto.
Lorenzo ya tiene cuatro años y medio y empieza a ser más independiente, en general, y también en sus momentos lúdicos, sobre todo cuando estamos al aire libre. León demanda cada día más: está al borde de los diez meses y ya dio su primer paso; todo indica que caminará antes del invierno griego.
Irene se tomó un respiro de su intenso año laboral y personal, que la tiene agotada. Y yo, recientemente, me quedé sin mi trabajo principal, un proyecto que me había dado un ingreso regular el último año y que, más que nada, había marcado mi regreso al mercado laboral rentado (luego de haberme dedicado de lleno a la familia) pero que, en contrapartida, me había dejado con menos tiempo para ocuparme de la casa y de los niños.
Me pregunto en cuánto fue acertado haber dedicado el último año a trabajar en ese proyecto pero, sobre todo, me pregunto qué nos conviene a todos para los próximos meses: ¿buscar otro trabajo que nos deje un poco de margen económico o dedicar otra vez más tiempo a los niños y la casa, lo que tal vez pueda dar más serenidad a la cotidianidad?
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Mariano del Mazo escribió en Facebook sobre La intimidad de las islas, un libro de Gustavo Ng. En su post, Del Mazo habla de una escapada que hizo a la playa con sus dos hijos, y escribe esto:
Ante pequeñas adversidades —que no vienen al caso—, la poca señal de wi fi y otras yerbas, aflora una comunicación imprevista, un humor certero, preguntas que no nos hacemos en la ciudad. Y entre las lecturas, el maravilloso y sencillito (maravilloso por sencillo) La intimidad de las islas, de Gustavo Ng.
Es la historia con tono autobiográfico de un tipo de 60 años, suspendido entre su padre, chino, radicado en Estados Unidos, y su hijo no biológico, Fernando, de 29, un nómade que erra por el mundo y al que el protagonista va a buscar a Escocia.
Fernando atiende el pub The Espy, en Edimburgo. Todo el libro se desarrolla entre las islas del Delta, un amor imposible, un inverosímil cura irlandés, el Tío Juan y la música de Sumo.
Del Mazo dice que el autor “escribe desde el lado bueno de las cosas” y comparte este fragmento del libro:
Nos quedamos en la vereda con Fer y hablamos de la paternidad. Le digo que lo mejor que uno puede hacer como padre es construirse bien a sí mismo.
—Eso es para los hijos y para los demás —observa Fer—. Claro que en los hijos uno concentra todo.
—Es necesario tomar lo que uno más disfruta en la vida y con eso construirse lo mejor posible. Esa será la casa que los alimentará y que les dará la base para vivir su vida.
Fer mira su cigarrillo. Está recargado de pensamientos.
—Sí —remata—. Un padre tiene que construirse, no destrozarse por los hijos y que los hijos beban de su sangre [...].
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Pasa todos los días
El Consejo Publicitario Argentino realizó la campaña Cosas como estas, con el objetivo de visibilizar estereotipos de género que afectan negativamente, principalmente, a las mujeres.
Es un spot cortito (40 segundos), con escenas simples, de esas que de tanto que abundan las naturalizamos. Es este:
Los estereotipos de género encasillan a las personas y generan una presión para que hagamos lo que se espera de nosotros según nuestro género.
“La reproducción de estereotipos es una forma de violencia”, dijo Diana Maffía, doctora en filosofía y especialista en estudios de género, en el marco de la presentación del spot, que fue en 2019 pero que, lamentablemente, se mantiene vigente.
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La realidad biológica, siempre en flujo
Me gustó una entrevista a la escritora estadounidense Siri Hustvedt que publicó el año pasado el diario El País, de España.
Autora de siete novelas, ensayos sobre literatura, arte, neurociencia y psicoanálisis, Hustvedt fue reconocida con el Premio Princesa de Asturias por su obra en 2019. A su vez, da cursos de psiquiatría narrativa en la Facultad de Medicina de Weill Cornell, Nueva York.
Aun así, nunca falta el que se refiere a ella como la esposa del escritor Paul Auster (¡dale hermano!). Por suerte, en la entrevista apenas aparece mencionado Auster (¡y a ella no le hacen preguntas sobre él!).
De la entrevista entera, elijo estas dos preguntas–respuestas:
– ¿Existe la escritura femenina?
–Si existe, está separada del cuerpo de quien escribe. En ese sentido, se podría decir que Henry James es un escritor femenino y Gertrude Stein, una escritora masculina. Lo interesante es borrar los límites, como hace Emily Brontë en Cumbres borrascosas, donde hace saltar por los aires categorías que todos tenemos enraizadas, lo humano y lo natural, lo masculino y lo femenino, el cielo y el infierno. Es un libro profundamente filosófico, como Al faro, de Virginia Woolf, una de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos. Woolf elimina ese tipo de barreras. Al faro es fenomenología en clave de ficción. Su meditación sobre el tiempo es sobrecogedora.
–¿Cuál es su posición con respecto al feminismo?
–Me interesan una serie de cuestiones que siguen sin resolverse en el ámbito de la embriología o la filosofía de la biología, así como todo cuanto tiene que ver con la reproducción desde el punto de vista biológico. Hay biólogas feministas muy interesantes, como Evelyn Fox Keller o Sandra Harding, que han escrito acerca de feminismo y ciencia. En la cultura popular, con excepción de los debates acerca del aborto, la biología se ve como algo que ha asignado papeles fijos a la mujer, empezando por la maternidad. Mi argumento es que la realidad biológica está siempre en flujo, avanzamos como organismos siguiendo una trayectoria hasta el final, pero mientras estamos en esa trayectoria estamos cambiando constantemente. Somos seres homeostáticos; los ajustes entre nuestro clima interno y lo que hay fuera está siendo siempre recalibrado por nuestro organismo. La idea de que la biología es algo fijo es falsa.
…
Hasta acá llegamos hoy.
León se despertó de la siesta matutina. Lorenzo juega con Irene y nuestros amigos. Es hora de retomar las vacaciones y decidir cómo encarar el último cuatrimestre del año.
Como siempre, gracias por leer, comentar, mandarme mails y compartir con otras personas esta newsletter.
Nos vemos en dos semanas. Mientras tanto, te leo y nos escribimos.
Un abrazo,
Nacho
Un gracias enorme 🙏 a Marta Castro por la generosa edición 🙌 de esta newsletter. Los errores son míos (sabrán perdonarme). Marta no tiene redes sociales: no le gustan. Pero si quieren contactarla, me avisan 😉