A mi hijo le gusta el rosa: ¿de verdad es un problema?
Creía que esto de los colores y juguetes para nenes/nenas ya era algo del pasado. Resulta que estaba muy equivocado.
— Papá, ¿el rosa es para nenas? — preguntó Lorenzo, mi hijo mayor, de cuatro años.
Habitualmente Lorenzo escucha con mucha atención las historias que leemos en casa. A veces me parece una paradoja, porque el resto del tiempo no se puede quedar quieto (literal, no exagero). Me pregunto si será que mientras escucha los cuentos su cuerpo está relajado pero su cabeza no descansa.
A veces Lorenzo suele interrumpir la lectura nocturna con la intención —sospecho— de estirar el ritual lo más posible para no dormirse. “No quiero dormir nunca más, quiero solo jugar”, me dijo el domingo pasado mientras volvíamos a casa, ya de noche, tras haber pasado todo el día jugando con sus amigos.
Pero volvamos al rosa. Esta vez la interrupción de la lectura fue con algo de preocupación, que era muy evidente en su expresión de ceño fruncido y su tono serio. Tenía una mirada entre triste y angustiada.
Un poco de contexto
El rosa es el color favorito de Lorenzo desde hace bastante tiempo, diría que desde que aprendió los colores. En casa elige el plato rosa para comer, el rosa para pintar, el tenedor rosa, la cucharita… Hasta con la comida…: “Helado pink”, dice, porque es una de esas palabras que le sale más rápido en inglés (y es más fácil que decir “de frutilla”, ¿no?).
¿Hace falta decir que siempre me generó mucha ternura en esos momentos? Porque, a su vez, suelen ser expresiones efusivas y alegres, sobre todo cuando se trata de pedir helado.
El punto es que todo iba bien con los colores hasta que Lorenzo se encontró con el mundo fuera de su casa, con los comentarios de terceros.
Y ahora me surgió una duda: ¿hasta cuándo podrá sentirse cómodo eligiendo el rosa?
Crayones
El libro que estábamos leyendo era El día que los crayones renunciaron, de Drew Daywalt. Es sobre un nene que recibe cartas de cada uno de los colores de sus crayones. Cada uno tenía algo para decirle: que si lo usaba mucho o poco, que si pintaba dentro de los límites del dibujo o no, o que cuál era el verdadero color del sol.
Hasta que apareció la carta del crayón rosa, que hace referencia a que lo usa la hermana del nene (y que él no lo usó ni una vez… ¿por qué será?). Ahí fue que Lorenzo me preguntó si el rosa era para nenas.
—No, ¿por qué? Acá dice que lo usa mucho la hermana… y que él también podría usarlo.
Después de conversar un rato, me terminó diciendo que se lo habían dicho en el jardín de infantes. Y pareció sacarse un peso de encima. Evidentemente lo venía cargando y justo se le presentó la posibilidad de preguntar. Era una cosa seria para él: su color favorito era algo que estaba haciendo mal, ¿era posible semejante cosa?
Enseguida le dije que no, que todos los colores son para todos. Y añadí, intentando adelantarme a algo que podía suceder —o adivinando que no era la primera vez que se lo cuestionaban—: “Bueno, hay gente que cree que el rosa es de nenas y el azul, de nenes. Pero yo no estoy de acuerdo… Creo que cada uno puede elegir el color que más le guste. Si a vos te gusta el rosa, está perfecto”.
Hubo un silencio. “Ah, OK”, dijo él.
¿Desde cuándo y por qué el rosa es “de nenas”?
Como señala un artículo de El País sobre por qué el rosa es de niñas y el azul, de niños, “no hay que olvidar que las convenciones sobre los significados de cada color son arbitrarias, además de cambiar con el tiempo”.
La próxima vez que tengamos una conversación sobre el rosa le voy a contar a Lorenzo algo que acabo de descubrir: el rosa no solo estuvo relacionado con la masculinidad durante mucho tiempo sino que lleva pocos años siendo “el color de las nenas”, algo que empezó a su suceder en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y que recién se consolidó en los años 80.
¿Cuáles fueron los motivos? “Creo que tanto la homofobia como la misoginia incidieron en negar a los niños cualquier cosa asociada con las niñas”, dijo la historiadora estadounidense Jo Paoletti, que dedicó su carrera a estudiar la construcción de estereotipos de género a través de la moda, en una entrevista con el diario Clarín.
Rosa, la punta del iceberg
Abro el paraguas porque ya lo escuché: no estoy haciendo escándalo por un color, porque no se trata “simplemente de un color”, se trata de lo que hay detrás de los discursos y, sobre todo, de la espiral que estos generan.
Porque el rosa fue el primer episodio de este tipo con Lorenzo, que en las semanas que siguieron volvió a ver cuestionado por sus gustos y deseos.
Después del rosa fue el turno de los juguetes y los juegos. Sí, le bajaron de un hondazo las barbies y Frozen (ninguno de los dos me interesan ni me simpatizan particularmente, pero aquí no se trata de mis gustos sino de los de mi hijo).
—Me dijo la maestra que no puedo jugar con las barbies porque son para nena.
Otra vez una incomodidad innecesaria. Pero empiezan a acumularse los mensajes de la sociedad. Y entonces le pregunto lo mismo: ¿a vos te gusta Frozen/jugar con barbies?
—Sí, a mi me gustan pero no puedo jugar porque no es para nenes, es para nenas.
Entonces, otra vez la misma charla, para intentar ayudarlo a hacer lo que le divierta más y que no se sienta en falta. Pero esta vez ya fue más difícil.
—No, papá, Frozen es para nenas —me dijo, un poco nervioso. En su mano tenía una carpeta de Frozen que él había comprado unos días antes.
—¿Pero a vos te gusta Frozen?
—Sí, mucho. Pero es para nenas.
No elegir no es inocuo
“Si desde niños se les niega la capacidad de elegir, se limita la capacidad de elección, porque elegir es un aprendizaje. Si cercenamos esa capacidad de elegir, cercenamos ciudadanos", advierte la politóloga Esmeralda Siuffi, autora de Todos los colores son tuyos, un cuento basado en hechos reales con preguntas que surgen del pensamiento de una niña a raíz de lo que le dicen fuera de su casa acerca de los colores.
Siuffi llama la atención sobre la limitación que implica la presión social ejercida sobre niñas y niños para que “elijan” juguetes y ropas acordes al color que se asigna a su género.
En el cuento hay una niña con un mundo rico en emociones y percepciones que tiene inquietudes y busca respuestas. “Una de esas inquietudes está ligada a los juegos de nenes y de nenas, la diferenciación de los guardapolvos en el jardín, la diferencia de los baños, los diferentes juegos. ¿Por qué mis primos podían ir a la guerrita de barro cuando llovía y una no?”, plantea Georgina Salas, la ilustradora del cuento.
Un informe de 2019 del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) señaló que el 40% de los juguetes destinados a las niñas están vinculados a las tareas de cuidado, siendo la oferta de muñecos bebés (con todas sus variantes como accesorios para el baño, “aprender a hablar”, mamadera, etc.) la más repetida de todos los juguetes categorizados como “de mujer” o “de niña”. Es decir, madres cuidadoras como principal mandato en los juguetes desde la niñez.
Mientras, detalló el informe del CEPA, en los juguetes “para niños” el 30% está relacionado con el deporte, el 26% de la oferta está constituida por juguetes asociados con la violencia (pistolas mayormente), el 19% está vinculado a autos y accesorios y el 9%, a juegos de ingenio.
“Si en las niñas el 40% de los juguetes las performa para realizar trabajo doméstico, en los niños ese tipo de juguetes representa un rotundo 0%”, concluye el informe. No se trata de una realidad argentina únicamente. Basta dar una mirada a la prensa en España para ver que a menudo salen informes y artículos al respecto (ah, y nosotros, me refiero a mi familia, vivimos en Grecia, en las afueras de Atenas).
Al final, como señaló Siuffi, creo que “los colores son el punto de partida para poder pensar un tema que puede resultarnos tan abstracto como la desigualdad por nacer varón o mujer y llevarlo a la comprensión posible de los niños y niñas, pero no solo para describir lo que genera la desigualdad, sino para transformar la realidad".
“Muchos de nosotros aprendimos a elegir desde las restricciones, lo que que también nos iba clausurando otras posibilidades de pensar y hacer la vida. Ese acotarnos el mundo comenzaba con una frase nodal como ‘no utilices el rosa porque es de nenas’ y ‘no uses el celeste porque es de varones’ [...] y se extendía ilimitadamente a condicionar nuestras vidas completas, desde no juegues a esto, no estudies aquello, no trabajes ahí, no pienses así, no practiques ese deporte y un sinfín de negativas que partieron con una prohibición inicial aparentemente inocua”.
Y el punto es justamente ese: lo que podría parecer un simple color, si nos detenemos a pensar, es mucho más que un detalle. Y no es inocuo. Así que Lorenzo querido, usá los colores y los juguetes que más te gusten. Eso sí, cuando termines, por favor, dejá todo ordenado, ¿sí?
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Una vez más, gracias por haber llegado hasta acá.
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Nacho
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